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Carlos II, un rey no tan hechizado

¿Fue el reinado del último de los Austrias, Carlos II de Habsburgo, tan decadente como se ha dicho de forma tradicional?

Carlos II de Habsburgo.

Carlos II de Habsburgo. / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Un día como hoy, 30 de abril pero del año 1677, el rey Carlos II de Habsburgo juró los fueros aragoneses en el gran templo ceremonial y de Estado del reino de Aragón: la Seo del Salvador de Zaragoza. A su reinado, que va desde el año 1665 hasta su muerte en 1700, se le ha achacado siempre una visión pesimista, de decadencia, uniendo la mala situación, que lo fue, de la Monarquía Hispánica, a su quebradiza salud fruto de la endogamia de su familia. ¿Pero fue realmente su reinado tan decadente como siempre se ha dicho?

Sin lugar a dudas, el Imperio español vivió a lo largo del siglo XVII y en especial en su segunda mitad una dura crisis cuyas causas venían de muy atrás en el tiempo. A pesar de la llegada constante de enormes remesas de oro y plata desde América, los enormes costes de los constantes conflictos armados en Europa y el Mediterráneo a lo largo del siglo anterior y que habían tenido su continuidad en el siguiente, socavaron a la larga las bases de la economía y el comercio. Era un esfuerzo insostenible y de hecho se declararon varias bancarrotas al no poder asumir los pagos de toda la deuda de la Hacienda real.

Si vamos ya al reinado de Felipe IV (1621-1665), este se puede resumir en pocas palabras con una Monarquía Hispánica enfrentada a casi todos. Durante ese tiempo se reanudó la guerra con los rebeldes flamencos, los Habsburgo hispanos salieron en defensa de la rama familiar que gobernaba en el Sacro Imperio Romano Germánico en la Guerra de los Treinta Años, y se inició la guerra con la Francia de Luis XIII y el cardenal Richelieu. Y esto sin mencionar otros tantos conflictos de menor calado. Semejante esfuerzo acabó provocando rebeliones internas como las de Cataluña, Portugal, Nápoles, el duque de Medina Sidonia o incluso del duque consorte de Híjar, quien en 1648 había pergeñado un plan para convertirse él mismo en rey de Aragón pero fue descubierto antes de llevarlo a cabo.

Carlos II juró los fueros aragoneses en la Seo en 1677.

Carlos II juró los fueros aragoneses en la Seo en 1677. / ANGEL DE CASTRO

Para colmo, a Felipe IV se le fueron muriendo todos sus hijos, como por ejemplo el príncipe de Asturias Baltasar Carlos en 1646 estando en Zaragoza. Esto llevó al monarca, que había enviudado, a casarse con su sobrina Mariana de Austria, dando a luz a varios hijos entre los cuales nació en 1665 el futuro Carlos II. Sin embargo, la endogamia de los Austrias durante varias generaciones con un alto grado de consanguineidad, fue la más que probable responsable de los muchos problemas de salud de un monarca al que se apodó como el Hechizado. Sí que es verdad que en esta época la Monarquía Hispánica perdió su estatus de primera potencia europea en favor de Francia, pero esto no fue responsabilidad de un Carlos que de hecho supo rodearse muy bien en la mayoría de las ocasiones de gente que acabó evitando el colapso de aquel gran imperio, cosa que no supieron hacer sus predecesores.

Investigaciones más recientes y exhaustivas van dejando poco a poco atrás esa leyenda negra sobre el último de los Austrias, quien con unos medios a todas luces insuficientes, fue capaz de defender un imperio que tuvo que enfrentarse a la feroz Francia de Luis XIV perdiendo pocos territorios. De hecho, también se llevaron a cabo diferentes reformas a lo largo de su reinado que pusieron las bases de la recuperación, especialmente en el escenario económico. Fue el único Habsburgo cuyos gobiernos consiguieron equilibrar lo que hay llamamos balanza de pagos, dejando atrás los recurrentes déficits para alcanzar por fin, en más de siglo y medio, un superávit en la Hacienda real.

Luis XIV de Francia, cuyo auge combatió notablemente Carlos II.

Luis XIV de Francia, cuyo auge combatió notablemente Carlos II.

Sin esas reformas previas, muchas de las que se hicieron posteriormente durante el reinado de Felipe V de Borbón, a quien se atribuyó el renacer de España como potencia, habrían tenido mucho más difícil el dar los frutos deseados. Mientras tanto, cada día siguen avanzando las investigaciones que poco a poco dan más luz a una época a la que la historiografía tradicional no había hecho demasiado caso. Ahora sólo falta hacer una mayor pedagogía y que el fruto de ese trabajo revierta en la sociedad y no sólo en el ámbito académico.

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