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Una Lonja para Zaragoza

El 18 de febrero del año 1541, el arzobispo Hernando de Aragón propuso construir la Lonja de Zaragoza

La Lonja de Zaragoza, con la fuente de Goya.

La Lonja de Zaragoza, con la fuente de Goya. / Jaime Galindo

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Todos aquellos que pasean por el centro de Zaragoza, sean habitantes de la ciudad o visitantes haciendo turismo, pasan por el gran salón de la urbe que no es otro que la enorme plaza del Pilar, una de las más grandes de Europa. Sin duda en ella destacan la impactante visión de la catedral-basílica del Pilar así como de la Seo del Salvador que dan a veces el apelativo oficioso a ese espacio como «la plaza de las catedrales». Pero sin duda, y sin contar el edificio que hace las veces de sede del ayuntamiento, la otra gran edificación que destaca en la zona es la Lonja de mercaderes. Y no es para menos dada su belleza, siendo además uno de los restos más monumentales de aquella capital del reino aragonés que durante los siglos XVI, XVII y XVIII fue conocida como la «Florencia de España», pero que tanto patrimonio ha perdido desde entonces.

Tras su construcción a mediados del XVI, se convirtió en el edificio plenamente renacentista más importante de Aragón, aunque siempre manteniendo esos matices del mudéjar aragonés que lo hacen todavía si cabe más especial. En aquella época, Zaragoza, como capital del reino de Aragón que era, contaba con un importante flujo comercial. Sin embargo, a aquellas alturas no contaba todavía con un edificio donde pudieran cerrarse públicamente y a cubierto los grandes tratos entre comerciantes como sí que tenían ya otras ciudades. Muchas veces, esos tratos tenían que hacerse en días de mal tiempo y de lluvia en el interior de las iglesias, algo que no estaba precisamente bien visto.

Además, en aquellos tiempos en los que el reino de Aragón había perdido peso en lo político dentro de ese gran imperio mundial que era la Monarquía Hispánica de los Austrias, su aristocracia quería dotar a la capital del reino de una monumentalidad que mostrara su propia riqueza y poder. De ahí que en aquellos tiempos se realizaran grandes obras como la ampliación de la Seo, la maravillosa Torre Nueva, o multitud de palacios para la nobleza y también para los comerciantes más importantes, como es un claro ejemplo el de Gabriel Zaporta y cuyo patio ha llegado afortunadamente hasta nuestros días.

El interior de la Lonja.

El interior de la Lonja. / EL PERIÓDICO

Así pues, el 18 de febrero del año 1541 el arzobispo de Zaragoza, don Hernando de Aragón, lanzó la propuesta para construir una gran Lonja donde poder hacer negocios y mostrar a la vez la riqueza de las élites zaragozanas y aragonesas. Hernando era una persona muy poderosa e influyente, y apenas hacía un par de años que había alcanzado la dignidad de arzobispo de Zaragoza. Al fin y al cabo, sus padres habían sido Ana de Gurrea y Alonso de Aragón, este último también arzobispo en su tiempo e hijo ilegítimo del rey Fernando II el Católico. Hernando fue también virrey de Aragón y uno de los grandes mecenas de la ciudad, pues fue también él quien impulsó la mencionada ampliación de la Seo del Salvador hasta las cinco naves que tiene actualmente.

La propuesta fue aceptada, y el proyecto elegido de entre los varios que se presentaron acabó siendo el de Juan de Sariñena, que a la postre ya era desde hacía años el maestro de obras tanto del concejo de Zaragoza como de la Diputación del reino. Algo así como una especie de arquitecto municipal en la actualidad. Ya había intervenido en otras grandes obras como en la Torre Nueva, en la Seo de Barbastro o en las obras para intentar construir la Acequia Imperial, un canal de riego que fue el precedente del Canal Imperial de Aragón pero que acabó siendo descartado por su complejidad y coste.

El proyecto de Juan de Sariñena era el de un gran edificio de planta rectangular, hecho con ladrillo y que tomaba como ejemplos otras lonjas como las de Valencia o Palma de Mallorca. Sin embargo, Juan proyectó un cerramiento monumental, con una gran torre central que sirviera de linterna y diera también iluminación al interior desde la parte superior de la edificación. Sin embargo, en 1545 el maestro de obras falleció cuando la construcción estaba ya muy avanzada y apenas quedaba realizar precisamente esa compleja cubierta. Su realización supuso un verdadero quebradero de cabeza para otros maestros de obra como Gil Morlanes el Joven y Alonso de Leznes, de modo que finalmente optaron por eliminar la torre y crear una cubierta mucho más sencilla a cuatro aguas. Así fue como se remataron las obras, y el 1 de noviembre del año 1551 fue oficialmente inaugurada. Zaragoza ya tenía su gran Lonja de mercaderes.

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