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El gran asedio de Calatayud

Castillo de Ayyub de Calatayud

Castillo de Ayyub de Calatayud / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Uno de los conflictos bélicos más importantes de la Baja Edad Media en la península Ibérica fue la Guerra de los dos Pedros que enfrentó a las Coronas de Aragón y de Castilla a mediados del siglo XIV. Llamada así porque en las coronas reinaban Pedro IV el Ceremonioso y Pedro I el Cruel respectivamente, esta guerra tuvo enormes consecuencias para el devenir histórico de los reinos hispánicos. Lo cierto es que ambas partes se tenían ganas, especialmente en una Castilla que estaba deseosa de devolver el tremendo golpe que medio siglo atrás le había infligido la Corona aragonesa, cuando durante el reinado de Jaime II de Aragón invadió el reino de Murcia y se acabó quedando la parte norte de este, que hoy en día corresponde a grandes rasgos a la provincia de Alicante.

Además, tanto Pedro IV de Aragón como Pedro I de Castilla estaban tratando de desestabilizar al contrario, pues el monarca aragonés prestaba ayuda y cobijo al hermanastro de Pedro de Castilla, Enrique de Trastámara, quien estaba intentando arrebatarle el trono. Y lo mismo ocurría al revés, pues Castilla daba apoyo al infante Fernando, hermanastro de Pedro IV el Ceremonioso, y que también veía con ojos golosos el trono de Aragón. Si encima vemos cómo Castilla se había aliado con la república de Génova, tradicional enemiga de los intereses comerciales y territoriales en el Mediterráneo de la Corona de Aragón, comprobamos que tan sólo era cuestión de tiempo que acabara estallando la guerra, cosa que sucedió en el año 1356.

La Guerra de los dos Pedros fue un conflicto complejo, pues no sólo se enfrentaron Aragón y Castilla. En ciertos momentos intervinieron en un lado o en otro los reinos de Portugal, Navarra, el emirato nazarí de Granada, e incluso Inglaterra y Francia, las cuales estaban enfrascadas entre sí en la famosa Guerra de los Cien Años. A esto hay que añadir el componente de guerra civil en Castilla, donde Enrique de Trastámara siguió intentando arrebatar el trono a Pedro I el Cruel con el apoyo de la Corona de Aragón, cosa que finalmente consiguió en 1369, lo que supuso la llegada al trono castellano de la dinastía de los Trastámara.

Pedro IV el Ceremonioso.

Pedro IV el Ceremonioso. / EL PERIÓDICO

Lo cierto es que Castilla contaba con una importante superioridad de recursos sobre la Corona de Aragón, aunque ahí siempre entró el genio político y diplomático de un Pedro IV que al final siempre consiguió contrarrestar esta situación, aunque en general la Corona de Aragón estuvo siempre a la defensiva. De hecho, llegó a perder ciudades como Tarazona, Teruel, e incluso Valencia llegó a ser asediada con el mismo Pedro IV en su interior.

Pero sin duda, uno de los episodios más importantes fue el asedio sobre Calatayud del verano del 1362. Justo un año antes, ambas partes habían acordado la paz en la localidad zaragozana de Terrer. Pero en junio de 1362, y sin declaración previa de guerra, el mismo Pedro I de Castilla invadió el reino aragonés con un gran ejército de más de 40.000 efectivos. Lo hizo avanzando desde tierras sorianas, y tal era la superioridad de sus fuerzas que todas las localidades y guarniciones de la zona fueron evacuadas hacia Calatayud. Muchos de esos pueblos, como es el caso de Cervera de la Cañada, acabaron siendo pasto de las llamas y el saqueo durante el avance castellano.

Una vez tomadas las posiciones comenzó el asedio sobre una Calatayud que apenas había tenido tiempo para prepararse para el sitio abasteciéndose de comida y pertrechos militares, pero aun así se aprestó a desarrollar una resistencia a ultranza. Podía hacerlo, ya que contaba con un imponente recinto amurallado del que ahora queda el castillo de Ayyub, pero que por entonces contaba con otras cuatro fortalezas defendiendo a la ciudad.

El verano fue pasando con constantes ataques sobre las cada vez más maltrechas murallas a la vez que Pedro IV trataba desde tierras catalanas de conseguir tropas suficientes como para forzar a los castellanos a retirarse. Por supuesto fueron enviadas tropas de socorro desde Zaragoza, pero siempre insuficientes ante semejante ejército castellano que además contaba, según Jerónimo Zurita, con un tren de armas de asedio como nunca se había visto hasta entonces en la península. Finalmente, y tras recibir el permiso de Pedro IV, los bilbilitanos acabaron negociando la rendición, la cual se produjo el 29 de agosto de 1362 tras 80 días de asedio, tras los cuales se produjo un virulento brote de peste. Calatayud había caído, pero la guerra continuó durante años hasta la derrota y destronamiento final de Pedro I de Castilla.

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