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El primer atleta olímpico aragonés

Dionisio Carreras fue el primero de la historia de Aragón en participar en unos Juegos Olímpicos

Prueba de esgrima, con padrinos y acompañantes, en París 1924.

Prueba de esgrima, con padrinos y acompañantes, en París 1924. / EL PERIÓDICO

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Poco a poco nos acercamos a uno de los grandes eventos deportivos de este año 2024, es decir, la celebración este verano de la XXXIII Olimpiada de la era moderna en la ciudad de París. Esta será la tercera ocasión en la que la capital francesa alberga los Juegos Olímpicos después de las ediciones de los años 1900 y 1924, cumpliéndose curiosamente este año el primer centenario de esa segunda edición parisina.

Para ir abriendo boca y darle un tinte más local, este artículo está dedicado a Dionisio Carreras, el primer aragonés que participó en unos juegos olímpicos. Para contar su historia nos tenemos que ir hasta la localidad zaragozana de Codo, en la actual comarca Campo de Belchite, donde nació en el año 1890 en el seno de una familia humilde. A Dionisio se le conoció en su pueblo y en el resto de la comarca con el mote de El Campana, y es que parece ser que su padre se dedicaba, entre otras cosas, a ser el encargado de anunciar a sus vecinos el fallecimiento de alguno de los habitantes del pueblo pasando por las calles tañendo una campana.

Dionisio Carreras, al igual que su padre, fue un conocido andarín aragonés, y es que en aquellos años comenzaron a ponerse de moda la celebración de carreras populares en numerosas localidades aragonesas, las llamadas pollaradas o carreras de pollos. Hay que recordar que a finales del siglo XIX y comienzos del XX se empezaba a considerar que hacer deporte era bueno para la salud y ya se fomentaba, aunque en general la mayoría de la gente que lo hacía por entonces formaba parte de las élites sociales, es decir, aquellas que tenían algo de tiempo (y ganas) para hacer actividades físicas que no tuvieran nada que ver con la actividad laboral. Por eso surgen en España numerosas asociaciones deportivas, entre las que se incluye por ejemplo la práctica del fútbol, o los inicios, muy poco a poco, de la profesionalización del atletismo. Es la época en el que se empezó a poner de moda la máxima de Juvenal, mens sana in corpore sano.

Cartel de los Juegos Olímpicos de París de 1924.

Cartel de los Juegos Olímpicos de París de 1924. / EL PERIÓDICO

Dionisio trabajaba en el campo, pero eso no le impidió que una de sus pasiones fuera correr, tanto por diversión como en esas carreras populares antes mencionadas conocidas como pollaradas porque uno de los premios más habituales a los que quedaban en el pódium era ofrecer unas gallinas. Algo que no iba nada mal para las maltrechas economías de muchas familias. También existía la costumbre de agasajar con una cebolla a aquellos que llegaban los últimos. Dionisio no llevaba a cabo ningún tipo de preparación que hoy llamaríamos profesional. Simplemente corría, e incluso se contaba que en sus años de juventud lo hacía incluso descalzo en algunas ocasiones. Contaba con una innata capacidad de resistencia, a pesar de que no se privaba absolutamente de nada, pues aquellos que le conocieron afirmaban que fue fumador, bebedor y muy buen comedor.

Muchas veces iba corriendo a las fincas en las que le tocaba trabajar, y se contaba que en una época en la que tuvo un romance en Zaragoza hacía corriendo los aproximadamente 50 kilómetros que separan Codo de la capital aragonesa. Así fue participando en carreras en numerosos pueblos que le ayudaron a coger cada vez más fama. Se contaba que un día, después de haber estado trabajando varias horas en el campo desde el alba, participó en una carrera en La Puebla de Albortón que acabó ganando. Después, echando un café antes de iniciar el regreso a Codo, se enteró de que ese mismo día se organizaba otra carrera en Azuara, a 15 kilómetros de donde estaba. Recorrió esa distancia corriendo, ganó esa segunda carrera y regresó a su pueblo.

Ya en la década de 1920, cuando se estaba empezando a profesionalizar el atletismo en España, como son testigos las creaciones de la Federación Española de Atletismo en 1920 y la Federación Aragonesa en 1923, Dionisio estaba ya en Zaragoza donde también alcanzó una importante fama. Participó primero en carreras llevando la camiseta del mítico Iberia, mientras que en 1924 «fichó» por el Zaragoza de los tomates a cambio de tener trabajo como conserje de su campo de fútbol de la calle Asalto, situado en el actual parque Bruil. Ese mismo año Dionisio Carreras consiguió participar en los Juegos Olímpicos de París, en los que compitió en la Maratón quedando en un meritorio 9º puesto, y eso a pesar de haberse perdido en varias ocasiones durante el recorrido, según contaba. En 1926 ganó la famosa carrera Behobia-San Sebastián, e incluso fue seleccionado para representar de nuevo a España en los Juegos Olímpicos de Amsterdam de 1928, pero una enfermedad le impidió acudir. Así fue la historia del primer atleta olímpico aragonés , digna de la película Carros de fuego.

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