Alvaro Burrell es el continuador de la saga de los grandes deportistas que ha dado Monzón. La localidad oscense se enorgullece de ser uno de los ejemplos más claros de lo que es cuidar a la cantera y amar al deporte. Los resultados no pueden ser mejores, y Alvaro Burrel es ejemplo de ello. Siete olímpicos convierten a la localidad mediocinqueña en un gran milagro con tan solo 15.000 habitantes. "Monzón es una cuna de deportistas. Creo que es un tema de tradición y de trabajo con clubs como el Transbaso Monzón que llevan casi sesenta años de vida", afirma Burell, que piensa que aquí "se ama al deporte y no se le tiene miedo a la competición, que no es insana bien llevada. En Monzón es más fácil creerse que se puede ser olímpico que en otra ciudad", afirma.

Cuando Burrell participó en Barcelona 92 en el decatlón, Monzón ya había producido cuatro olímpicos. Los esquiadores Delfín y Ricardo Campo y Vicente Tomás, junto al vallista Javier Moracho. El decatleta coincidió con su paisana, la tenista Conchita Martínez.

Vida en Madrid

Con 17 años Burell tomó una de las deciones más importante. Se fue a vivir a la Residencia Blume de Madrid. "No fue dura la adaptación. Estoy orgulloso de esa decisión. Allí tenía un grupo de entrenamiento, apoyo científico, médico, fisioterapeuta y un gran entrenador como José Luis Martínez".

En Madrid aprendió a no ser "el ombligo del mundo. Era una hormiguita más". En la capital preparó a largo plazo los Juegos de Barcelona. "Era duro, pero era lo que yo quería y disfrutaba con ello", apunta.

En Barcelona 92, los que muchos consideran los mejores Juegos, vivió una experiencia única. "Fue impresionante. Es la vez que más medallas ha logrado España. Los triunfos se vivían como propios. Eran los Juegos de los españoles. Se me saltaron las lágrimas cuando se llevó el oro el equipo femenino de hockey", recuerda.

En el decatlón Antonio Peñalver se confirmó con la medalla de plata. Burrell terminó el 16 y también participó Javier Benet. "Los tres hicimos historia. Mi primera jornada era mejor y terminé el sexto. Hice una longitud espectacular (7,56)". El segundo día fue peor. "Terminé con 7.952 puntos. Fue un decatlón durísimo", afirma.

Tras su prematura retirada, Burrell ha sido un hombre de experiencias fuertes. "En febrero del 95 decidí dejar el atletismo de élite en los Nacionales de Valencia. Este deporte no me aportaba tanto como antes. Tenía la carrera acabada y la balanza se descompensó", dice.

El montisonense reconoce que no fue una persona "tan ambiciosa como podría haber sido a nivel deportivo. Habiendo sido olímpico, campeón de España, plusmarquista nacional y superando los 8.000 puntos en el decatlón, me consideraba satisfecho", afirma el altoaragonés.

Ese mismo año de la retirada comenzaron las emociones fuertes. "Mi fui diez meses como casco azul a Bosnia-Herzegovina viviendo una situación nueva y una experiencia vital grande". Después volvió a Monzón. "Trabajé en un gimnasio y me involucré en el Transbaso Monzón. Durante ocho años he sido entrenador de chavales", apunta el mediocinqueño.

Más tarde sacó una plaza en el Patronato de Deportes de Monzón y ahora desempeña las funciones de director técnico en esta institución. Ahora ha decidido hacer un paréntesis en su labor como técnico. "No se si volveré o no. No tengo la energía suficiente para llevar a atletas", expresa el olímpico.

Ahora tiene 36 años y apenas practica deporte. "Pero ultimamente me cuido más. Hago tenis y carrera continua con compañeros de trabajo".

Burell no recuerda su etapa como presidente de la Federación Aragonesa de Atletismo. Estuvo un año y su sabor no es el más positivo. "Hice un esfuerzo muy grande y algunos no me lo valoraron". A Burrel le duele que la directiva presidida por Luis Sol "le metiera en el mismo saco de las deudas antiguas. Los problemas del día a día siguen siendo los mismos. He sido un presidente de hacer kilómetros y de mucho trabajo", indica el montisonense.