Al CAI Zaragoza, por lo que es y representa, se le pide una victoria desde que se levanta, sin omisión. Ganar desde ya. Por eso duelen todas las derrotas y son vistas con una frustración excesiva. Esa desazón se adueñó ayer de los aficionados que contemplaron la primera descarga de desilusión de su equipo. El debut fue malo por el juego y el resultado. Nada más comenzar el viaje, el CAI ya acumula un traspié ante un Gandía de calidad muy inferior, asignado a la lucha por la permanencia (ya le queda una victoria menos), pero que ayer supo ser mejor que su rival explotando sus pocas piezas en un encuentro doloroso para la vista y nefasto para el corazón de los fieles rojos. Lo positivo es que la temporada es larga y esto solo acaba comenzar. Hay que ser paciente.

El CAI mostró una imagen insuficiente para un favorito al ascenso y se comprobó lo exhibido en los últimos amistosos: los defectos aún superan a las cualidades de un equipo que tiene un alto rango de mejora. Ayer se perdió por la nulidad en el acierto exterior (3/20 en triples), la utilización excesiva de la penetración, la pérdida hiriente del rebote (45-35 con 15 ofensivos para el Gandía), la imposibilidad para frenar a las pocas armas que posee Isma Cantó y la precipitación para llevar el partido a un terreno favorable cuando se podía romper.

Con todo, el CAI tuvo sus opciones de triunfo tras navegar por una segunda parte pésima para la promoción del baloncesto (29-23), pero el mejor hacer del Gandía en los minutos finales y dos canastas de Loughton (14 puntos y 11 rebotes), lo impidieron. El joven Colom (17 años), al que Chus Mateo, en una decisión controvertida, sacó a 15 segundos del final tras estar casi inédito y otorgó un tiro decisivo (recibió una falta), falló un tiro libre para empatar y Corbacho erró un triple solo para forzar la prórroga.

PRIMER CUARTO NOTABLE Si hay que rescatar algo positivo del CAI se debe rebobinar la cinta hasta el principio. El cuadro de Chus Mateo salió muy entonado y con un 0-8 tomó las primeras ventajas gracias al acierto de Evans y Onyekwe cerca del aro y el dominio del rebote de Heshimu (6 en ese periodo). Jorge Jiménez, un base de velocidad extrema, impidió que se rompiera el partido (de 9-17 a 17-20).

La salida del renqueante Héctor Manzano, MVP nacional de la pasada LEB-2, oxigenó el ataque levantino y estrechó el marcador (23-25). Fue cuando Sartorelli mostró sus mejores instantes desde que es jugador del CAI y con ocho puntos recuperó la ventaja (25-34, máxima del partido). Otra ocasión para romper el choque. No fue así. Evans fue al banquillo y Loughton y Morley aprovecharon para forrarse de rebotes ofensivos (Mateo ordenó una zona para cortar esta vía de agua), sumar canastas fáciles y achicar la ventaja al descanso (38-40).

PRECIPITACIÓN A la vuelta de los vestuarios empezó el suplicio con un desacierto alarmante en ambos aros. El CAI cayó en la obsesión de lanzar de tres sin comprobar su poco rendimiento (3/20), a la par que el del Gandía (3/18), y luego se precipitó en acciones sencillas. Como solución quiso penetrar y doblar sin hallar un buen rendimiento en ello.

Mateo probó cosas. Jugó con Onyekwe de 5 e impuso una zona. Tampoco valió. Ninguno de los dos rivales se despertaba y caían en un juego sin apenas producción (15-13 en el tercer cuarto y 14-10 en el último). A 1.15, Loughton puso por delante al Gandía (62-60) y unos segundos después Lescano igualaba. El australiano forzó una canasta en una carga discutible ante el Bicho (64-62). Con 15 segundos por jugar, Mateo arriesgó y dio a Colom el tiro del empate. El base forzó la falta y metió un tiro libre. Jiménez sí anotó los dos y, con la bocina sonando, Corbacho falló el triple que forzaba la prórroga. El CAI perdía. Queda mucho por hacer, pero hay tiempo.