Sé que hoy se tropezarán con gente que les diga que no ganamos. Pues sí, ayer ganamos. Y ganamos como nos ganaban casi siempre los demás. Por ejemplo, como muchas veces nos había vencido Italia: 0-0, prórroga, algún poste y en los penaltis. Una victoria así, esperada durante décadas, es doblemente querida. Y celebrada.

1. Buffon y Casillas, la admirada pareja

Da gusto verles, ¿a que sí? Son dos porteros imponentes, de esos que uno quiere tener siempre de su lado, en su equipo. Buffon y Casillas se enfrentaron al fin y sus inmensas personalidades marcaron ¿a que sí? el partido. ¡Bien! Por una vez fuimos protagonistas de un gran duelo. Bueno, bueno, no fue el partido pero fue emocionante y ahí surgieron los dos guardametas. Magníficos.

Viéndolos, uno tiene la sensación de que son muy difíciles de derrotar, de vencer, de batir. Ni por arriba ni por abajo, ni de cerca --menudos reflejos los suyos, sobre todo Iker--, ni de lejos. De lejos, ven. Eso pensé cuando Buffon detuvo --luego daría al poste-- el disparo de Senna. Ahí pensé: me temo (o no, ¡ojalá sea así!) que Buffon ha agotado toda la suerte que un portero espera tener en un partido transcendental.

No vi esa fortuna en ninguna de las acciones de Casillas, ni siquiera aquella que sacó, in extremis, con el pie, pues esas son ¿verdad? acciones normales del portero del Madrid. Así que seguí pensando y me dije: Iker se ha guardado su dosis de suerte, su cuarto de hora de gloria, para la tanda de penaltis. Y no me equivoqué.

Y así se resolvió la eliminatoria. Un 0-0 depende mucho, mucho, de los porteros. Porque tienen que ser muy buenos: les llegan pocas y han de pararlas. Y Casillas fue, en eso, mejor que el gigante Buffón. Por eso estamos en semifinales.

2. ¿Disfrutará Luis de los conseguido?

Pues me temo que no, que Luis Aragonés no disfrutará de lo logrado. Y debería, aunque solo fuese porque muchos, demasiados, creían que, de nuevo, no pasaríamos de los cuartos de final. Me habría gustado que, al menos, se concediese unas horas de felicidad. Pero sé que, nada más marcado el gol del triunfo, el de Cesc Fábregas, el míster se abrazó a los suyos, pocos, no se dejó manosear demasiado e, inmediatamente, se puso a pensar en Rusia.

Porque Luis es de los que piensa que se es entrenador, seleccionador, técnico, las 24 horas del día. O no se es. Desde luego lo que les puedo asegurar es que la goleada de la fase previa ante Rusia está ya olvidada, borrada de su mente. Sabe que será otro partido. No tendrá nada que ver. Eso sí, él lo afrontará con los 14 jugadores que ha elegido. Si sienta a Iniesta y mete a Cazorla, el azulgrana será el revulsivo; si sienta a Xavi y mete a Cesc, el barcelonista será el relevo; como Güiza de Torres.

No toques lo que funciona.