Los números de Ewerthon no hablan de un jugador cualquiera para el Zaragoza: 57 goles en 129 partidos (uno cada 143 minutos) le colocan en el puesto 18 entre los artilleros más prolíficos, es el máximo goleador liguero en una temporada, con las 28 dianas que firmó en Segunda y Pichichi en la Copa (05-06) con ocho tantos. Sin embargo, su adiós ha sido por la puerta de atrás, con un conflicto enorme con el club y con la afición ya cansada con su actitud. Ewer debería preguntarse por qué casi nadie le va a echar de menos cuando sus datos hablan de un punta veloz y, sobre todo, con gol, lo que es mucho.

Ewerthon, que arribó en el 2005 desde el Borussia por 2,3 millones, es el prototipo de jugador egoísta y mal aconsejado por su entorno que tanto prolifera entre los brasileños. Cuando ha querido y ha estado enchufado, su aportación y, sobre todo, sus goles han merecido elogios y admiración, pero en sus cinco años como zaragocista, aunque estuvo un curso cedido, ha tenido mucho espacio para la falta de compromiso y casi la desidia, sobre todo esta campaña.

En su descargo hay que decir que el comportamiento del club con él no fue bueno, pero su respuesta en los diez partidos que jugó en este curso, donde solo anotó dos goles de penalti, rayó la indolencia. Si no la superó...

El caso es que su andadura en el Zaragoza comenzó bien. Víctor Muñoz lo situó primero en la banda, él se quejó y el técnico lo ubicó junto a Diego Milito para que formaran una sociedad estupenda. Ewer completó su primer curso con doce goles en Liga y ocho en la Copa --algunos inolvidables--, donde el Zaragoza fue subcampeón, y con la afición entregada. Con Víctor Fernández el panorama cambió para él. Perdió la condición de fijo y sus números en la 06-07 bajaron (7 goles), así que la puerta a su salida en forma de cesión se abrió de par en par. Pero ni en el Stuttgart ni en el Espanyol triunfó.

Con el descenso del Zaragoza ya materializado, Ewerthon regresó para no quedarse. Así se lo dijo el club, pero al final Marcelino sí quiso contar con él y el ariete respondió con 28 dianas y siendo decisivo en el ascenso.

La llegada el verano pasado de Poschner, hasta entonces su representante, supuso el inicio de un conflicto con el club que se agudizó hasta convertirse en insoportable. Ewer dio marcha atrás cuando su salida al Al-Saad estaba pactada y Agapito le juró que no jugaría más en el Zaragoza. Lo hizo por exigencias del guión, porque no había más delanteros, pero su aportación fue ínfima y la llegada de Suazo le dejó sin ficha. Volvió a jugar al cambio de idea con su salida al Betis en enero porque se quería ir al Palmeiras, algo que ha logrado.