Hay que ser muy bruto, pero mucho, para emplearse a cabezazos en los metros finales de un esprint cuando los velocistas ruedan a 70 kilómetros por hora. La acción fue catalogada como una "irregularidad grave" por los jueces del Tour, a los que no les tembló el pulso para enseñarle la tarjeta roja directa a Mark Renshaw y excluirlo definitivamente de la grande boucle. Para casa.

Bromeaban los periodistas de la televisión francesa sobre la acción del australiano y recordaban el famoso cabezazo de Zinedine Zidane en la final del Mundial de fútbol de hace cuatro años. Pero el tema no es para tomárselo a cachondeo. La acción antideportiva de Renshaw pudo causar ayer un accidente de gravedad mayúscula. Porque la llegada de ayer tenía una recta de más de un kilómetro de largo y el viento soplaba de espalda, con lo que todavía incrementaba más la velocidad del esprint.

Renshaw formaba parte de la guardia pretoriana de Cavendish, excesivamente kamikaze, demasiada sangre caliente y poca tila en la bebida del desayuno. Así no se puede ir por el mundo. Todo comenzó a 200 metros de la llegada. El neozelandés Julian Dean, del Garmin, trataba de abrir camino a su jefe veloz Tyler Farrar. "Él dio primero un codazo", defendió Cavendish, afectado por la expulsión de su compañero. Renshaw no se cortó y fue a por él. Una y otra vez el australiano le golpeó con el casco, que impactaba sobre el hombro de Dean. Sin desequilibrarse. Petacchi trató de aprovecharse de la circunstancia, pero a Cavendish no lo frena ni las locuras de su compañero. No lo necesita. Es el mejor y por eso conviene tranquilizarse. Que vuelva la calma al pelotón.