Muchas gracias Mourinho por sus guerras, por sus batallas y por su zafarrancho de combate contra el universo de esta semana. Muchas gracias por dirigir toda su energía y toda su furia bien lejos del partido contra el Zaragoza. Muchas gracias por su convocatoria y por sus rotaciones, perfectas. Muchas gracias por distraer el ambiente, por armar semejante barullo y por ponerle en bandeja a Aguirre la posibilidad de dar otra lección más, la penúltima de un viejo zorro del fútbol, de un técnico que entiende sus códigos y los descifra como un maestro.

El Vasco fue a Madrid con sigilo, sin mezclarse en el follón que había organizado Mou. Rehusó hablar de nada que no fuera el partido y, ayer, habló en el campo. Ganó porque tiene ángel --Lafita-- y dejó a un paso de la salvación a aquel equipo que recibió medio moribundo. De parte del zaragocismo: gracias Mourinho; gracias Aguirre.