Los focos nunca apuntan a jugadores como él. Vive en la sombra, escondido, alejado de la luz de los titulares y de un papel protagonista. Juega muy poco, prácticamente nada, pero no protesta. Asume su rol de actor de reparto con abnegación y cuando sale al campo, como ayer, hace su trabajo con una profesionalidad irreprochable. Lanzaro, que casi nunca está, siempre está cuando se le necesita. Aguirre lo reclamó cuando cayó Mateos. Y el italiano cumplió como siempre. Agresivo, serio y competente. Mejor que otros. Como si jugara todos los días.