El Zaragoza no quería perder ante el Málaga y no lo hizo. Sumó un punto, un botín que parece exiguo si se piensa que la permanencia pasa por La Romareda, pero que supone el buen sabor de boca que deja conservar un pequeño tesoro que bien se pudo perder. Y no se marchó porque Javier Aguirre y el zaragocismo siguen agarrados a Roberto, un portero que da puntos. Lo hizo sobre todo en Vallecas, también fue providencial ante el Espanyol y ayer tuvo una intervención antológica a cabezazo de Seba Fernández cuando el partido ya se agotaba. El portero voló, La Romareda suspiró y el empate, triste porque este equipo sigue a medio camino y no termina de carburar, se marchó directo al casillero zaragocista. Roberto fue el encargado de apuntarlo.

El Málaga de los petrodólares no dejó demasiado poso en su visita por La Romareda. Tuvo más el balón porque cuenta con calidad arriba a raudales, pero se aletargó con el paso de los minutos, como víctima de una falsa autosuficiencia, mientras el Zaragoza jugaba con sus miedos, apenas era capaz de elaborar fútbol, pero le alcanzó para sumar un punto gracias a su seriedad como bloque. Eso sí, apenas pudo mirar a Caballero. Postiga lo encaró una vez en la segunda parte tras un gran pase de Fernando Meira y llevó la pelota a la jaula, pero el delantero portugués, discreto, obsesionado con marcar y alejado de la portería, no tiene suerte con los fueras de juego. El de ayer no pareció que lo fuera. Ese gol sí debió subir al marcador.

El Zaragoza salió a empatar y se hubiera encontrado en esa jugada con la victoria, pero lo cierto es que el equipo aragonés acumuló pocos méritos para vencer. Las intervenciones de Roberto, el despliegue físico, la seriedad de Meira, el carácter de Ponzio y Lanzaro y algún destello de Juan Carlos. Y pare usted de contar... Tampoco es que el Málaga llenara su hoja de servicios de virtudes. Cazorla comandó sus operaciones y Joaquín y Baptista estuvieron demasiado intermitentes para alegría de la defensa zaragocista, sobre todo de Paredes y Efraín. Por los costados hubo mejoría, aunque eso no era difícil.

Con todo, el Málaga pudo iniciar el partido ganando. Un buen pase de Joaquín pilló desprevenido a Paredes al tirar el fuera de juego y Van Nistelrooy se plantó delante de Roberto. Dos veces le citó y dos veces le respondió el meta. El Zaragoza, que comenzó presionando de manera irregular, se serenó con el paso de los minutos y el Málaga, con más balón, impuso un control ficticio al choque. Juan Carlos, merecido titular, empezó a retar por velocidad a Sergio Sánchez y puso algún balón interesante, todo lo contrario que Barrera, que amaga poco y da menos. El mexicano apenas ofreció en la primera parte y se apagó del todo en la segunda. De Luis García, por cierto, tampoco hubo muchas noticias.

NULA ELABORACIÓN Al Zaragoza, sin un cerebro y con Ruben Micael en el banco, le costaba un mundo elaborar, pero ganó en intensidad con la salida al campo de Lanzaro por la lesión de Mateos. El italiano demostró que debe jugar en ese eje, contagió vigor a todo el equipo y echó más de un cable a Da Silva, que sigue lejos de una versión decente, sobre todo con el balón en los pies. Ahí ya es una temeridad. Una recuperación de Ponzio, metido e intenso siempre, y la asistencia a Postiga, que se encontró con Demichelis, fue la mejor ocasión zaragocista en la primera parte.

Pareció quitarse algunos miedos Aguirre en la segunda mitad. El equipo dio un paso adelante y, apoyado en la solidez de Meira y en la velocidad de Juan Carlos, se propuso poner en algún apuro a Caballero. Apenas lo logró, gol anulado a Postiga al margen. Solo una falta lanzada por Luis García en la que el portero del Málaga salió a verlas venir. Pellegrini movió ficha con Rondón, sin suerte y Aguirre lo hizo con Lafita, con menos fortuna. No fue la noche del canterano, desde luego. El relevo de Ponzio, por una sobrecarga, rompió al Zaragoza y el Málaga, con Isco y Seba Fernández, ganó en mordiente. Un disparo alto de Cazorla fue el preludio de la enorme intervención de Roberto. Isco le regaló medio gol a Seba, que cabeceó a placer. Ahí se iba ese punto tan querido por Aguirre. Ahí apareció el meta para sellar un pasito, lleno de miedos, que deja el descenso a tres puntos. El tiempo dirá si ese conformismo en casa es bueno.