Aguirre tiene ya su once. Lo repitió por tercera vez consecutiva en Pamplona. Contra el Villarreal y la Real Sociedad le resultó suficiente para sacar botines de distinto valor, un empate y una victoria. Ayer, sin embargo, quedó al descubierto que esa supuesta homogeneidad que le da una alineación muy reconocible esconde profundas carencias de raíz, la principal una tristísima aportación desde el banquillo cuando hay que reparar desajustes o atacar resultados adversos. Solo hay tres jugadores más para El Vasco, Juan Carlos, Micael y Lanzaro. El resto son mera comparsa pese a que Pinter y Abraham estén en la enfermería y Antonio Tomás en plena pretemporada. Zuculini y Oriol ha contado con minutos intrascendentes y de los canteranos, Joel estuvo un ratito en el campo contra el Madrid y Ortí y Kevin Lacruz siguen en blanco.

La escasez de recursos, en algunas situaciones muy mal utilizados por el técnico, es palpable. Con el encuentro en marcha se ha visto de todo para recurrir lo menos posible a los suplentes. Se ha optado por Meira e incluso a Juárez de centrales, y al mexicano se le vio en el Reyno de Navarra de interior. Ponzio empezó de mediocentro contra Osasuna, luego de lateral zurdo y nadie, ni él mismo, sabe bien dónde acabó el encuentro. Lo de las bandas es un guateque. Lafita y Barrera se intercambian las posiciones, y a Luis García le ha tocado caer en varias oportunidades al costado derecho, donde pierde prestaciones. Juan Carlos, el único recambio productivo hasta la fecha con dus dos goles en el Benito Villamarín, salió frente a Osasuna por la derecha cuando es un zurdo desposeído de la gracia de arrancar a pierna cambiada, y Micael, que se siente titular, asoma en los partidos para contradecir esa opinión que tiene de sí mismo.

Aguirre tiene poco para maniobrar, pero, por ejemplo, hay dos futbolistas que en estos momentos están para exigir su presencia en la alineación: Lanzaro, un jugador limitado pero tácticamente siempre cumplidor y al que se le recuerdan pocos errores --seguramente menos que a los cuatro defensas con pasaporte fijo--, y Juan Carlos, que vive injustamente a la sombra de un Lafita sin ángel alguno, corredor de fondo sin espíritu competitivo. Lo de Kevin Lacruz es tema aparte. ¿Daría menos cosas que Barrera? Seguramente no, pero ahí sigue, condenado en el filial y alejado del lugar que le corresponde por calidad. El fondo de armario es escaso, si bien el entrenador parece dispuesto a seguir exprimiendo a los once en que ha depositado su confianza, algunos perfectamente recambiables.