—Usted pide marcharse en el verano del 2011 y lo logra en enero del 2012.

—Y me vuelvo a River a Segunda, a un club donde en los primeros años no había dejado una marca como pretendía y tenía esa espina clavada. En julio del 2011 ya me pude ir, le planteé a Agapito cuál era la solución, le dije que no daba para más, que no le iba a ofrecer al equipo lo que necesitaba, que estaba desgastado y me encontraba lejos de las raíces y de la familia. Era un cúmulo de cosas que sentía.

—Antes de irse sufrió dos permanencias agónicas en Primera, en la 09-10 y en la 10-11. La segunda además con la sombra de la sospecha del supuesto amaño del Levante-Zaragoza por el que van a ir a juicio. ¿Cómo vivió todo eso?

—Te queda el regusto amargo. Fui a Valencia a declarar y la sensación al ir es fea, estás a la vista, todos se agarran a algo, a esas suspicacias… Es de lo peor que viví en el fútbol fuera de la cancha. El equipo siempre estaba al borde del abismo en varias temporadas para no descender y eso genera suspicacias, lo que se dice, se oye... Y eso duele. Sobre todo duele vivir las suspicacias.

—Fueron años de mucho desgaste emocional, ¿no?

—Sí, nos dejamos la piel aquellos años, entrenando y jugando. Y estabas toda la Liga pensando en no descender, todos los partidos eran finales, no había un encuentro de más respiro. Se hicieron muy difíciles aquellas temporadas.

—De sus técnicos en el Zaragoza, ¿con cuál se queda?

—Me hubiera gustado estar más tiempo con Marcelino. Tenía buena relación y me daba confianza. Por todo lo que ha hecho en sus clubs me habría encantado haberlo tenido más tiempo. Marcelino impone su temperamento, la manera de jugar, la exigencia y el comportamiento profesional. De Javier Aguirre también guardo buen recuerdo, tenía algo muy humano, te escuchaba, era cercano. Lograba una buena relación con el vestuario, hacía grupo.

—¿Y con cuál jugador?

—Imposible elegir uno. Cuando llegué con Gaby estaban Rebosio o Toledo, una defensa sudamericana que no la pasaba nadie (sonríe). Y Cani, Diego, Hueso, Guaje, Zapater... En los entrenamientos el que me llamaba más la atención era Savio. Menuda calidad. Y Alvarito, por su personalidad. Esos jugadores marcaban.

—¿Guarda relación aún con alguien en Zaragoza?

—Con Charly Cuartero hablo a veces y con Pedro Herrera, aunque ahora no está en el club, hablo mucho, porque le encanta el fútbol argentino y me manda mensajes casi cada vez que juego. Tengo aún gente muy querida allí y quiero ir a visitarlos lo antes que pueda, en cuanto me retire.

—246 partidos en el Zaragoza. El segundo extranjero que más tras Poyet. ¿Qué le dice ese dato?

—Estoy orgulloso, me gusta que se reconozca eso. Es que busqué eso. Yo solo tengo tres clubs en mi carrera. Newell´s fue el que me inició, el Zaragoza, el que me dio la posibilidad de ir a Europa y cumplir un sueño y River supuso la opción de lograr cosas a nivel internacional y de ser reconocido. Los tres marcan mi carrera. Me gusta ese sentido de pertenecía. En Zaragoza estuve seis años y medio, en Newell’s, siete y en River va para ocho. Sé que soy extraño para muchos por esos periodos tan largos, pero es lo que deseo, me hace sentir bien.

—Aquí se le recuerda como un jugador racial, de carácter.

—Y me encanta. Es que soy eso, un jugador de carácter, de garra, ahora con más experiencia y con un punto menos de locura. Eso, mi forma de ser, me hizo llegar a un grande en Argentina y a consolidarme en un equipo de los más importantes de España. Por mucho que ahora no esté en su mejor momento, la historia de un club como el Zaragoza es para sacarse el sombrero.

—También en el Zaragoza fue polivalente, llegó como el ‘5’ argentino, pero fue en muchos partidos lateral derecho e izquierdo.

—Jugué de todo y siempre tratando de cumplir. No sé si es bueno o malo tener tantas posiciones, pero yo lo que quería era estar, ayudar. Por eso jugué tanto, por estar siempre dispuesto a lo que toque, a lo que necesite el técnico.

—¿Le da tristeza la situación del Zaragoza, en Segunda por quinto año consecutivo y peleando por salir de abajo?

—Veo los partidos que puedo y los resúmenes. Me da mucha tristeza, sobre todo por no entender el porqué se llegó a esta situación. Ojalá le pase al Zaragoza que esté arriba en la tabla en Segunda pronto y que suba. Si lo que está pasando esta temporada puede ser una base para que vengan cosas buenas, pues a sufrirlo.

—Acaba de cumplir 36 años. ¿Hasta cuándo le queda como futbolista de élite?

—Me resta contrato en River hasta junio y seguramente renueve un año más, hasta 2019. Entonces tendré ya 37 y no quedará mucha cuerda ya, eso seguro. Lo que quiero es dejar el fútbol antes de que él me deje a mí. Si no tengo la motivación, seré el primero en decir ‘hasta luego, muchas gracias’, pero ahora las ganas y la ilusión son máximas y el físico, que es clave, acompaña.

—¿Dónde se ve tras retirarse?

—En algo relacionado con el fútbol. Entrenador seguro que no porque hay que estar más preparado que para ser jugador, es el triple de trabajo. Me gustaría tener una relación con Zaragoza y ayudar al club. Las puertas de River las tengo abiertas. Donde esté, que sea para aportar.