EL QUINTO TÍTULO DE MOTOGP DEL PILOTO ESPAÑOL
Una fiesta accidentada
Márquez se volvió a dislocar el brazo izquierdo durante la celebración H «En diciembre ya sé que me toca chapa y pintura con el doctor Mir», explicó

Una fiesta accidentada
E. PÉREZ DE ROZAS
Marc Márquez, cómo no, estaba eufórico después de la carrera, después de la conquista de su séptimo título, de convertirse en el pentacampeón más joven de la historia de MotoGP, de igualar a Mick Doohan en Honda, de lograr su victoria número 69 (superando ya en una a Jorge Lorenzo, 68) y, sobre todo, lamentaba que Andrea Divizioso, el rival de los dos últimos campeonatos, no estuviese con él en el podio: «Pues ha hecho un inmenso campeonato y me da mucha rabia que no haya podido subir conmigo al podio, se lo merecía».
«Sin mi familia, sin mi equipo, sin Santi (Hernández, su ingeniero), sin Emilio, sin Alberto, sin mi hermano Álex, sin José (Mártinez, su entrenador personal), sin Genís Cuadros (preparador físico), sin Honda, nada de todo esto sería posible. Esta es mi familia del circuito y aquí todo el mundo rema en la misma dirección y los problemas de uno son los problemas de todos, por eso es tan gratificante conquistar los títulos, porque los compartimos con la misma pasión que vivimos la vida», explicaba entusiasmado.
La euforia del flamante pentacampeón fue tan colosal que en la vuelta de honor, antes de jugar en la máquina de matar marcianos hasta llegar al nivel siete, superarlo y recibir como premio un casco de heptacampeón, se dislocó, de nuevo, el hombro izquierdo, del que le operará en diciembre el doctor Xavier Mir. «Sí, sí, ya tengo hora para chapa y pintura».
Cuando estaba preparando la celebración con su hermano Álex, el tiet Ramon, la tieta Luisa y José Luis Martínez, en la curva dos, se acercó Scott Redding con su Aprilia, le abrazó y justo en el momento en que Márquez extendía su brazo izquierdo para agradecérselo con otro golpecito, se le salió el hombro. «Ya no sé cuantas veces se me ha salido este año, entrenándome e, incluso, en carrera», dijo entre risas. «Por suerte estaban ahí mis dos ángeles de la guarda, Álex y José, que están hartos de colocármelo en su sitio». Márquez asegura que está viviendo un sueño «del que no quiero despertarme nunca y, sobre todo, lo que más quiero es no perder las ganas de entrenarme, de correr, de divertirme, de pasármelo bien y hacer disfrutar a la gente».
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