Vuelve a San Siro. Vuelve Coutinho, convertido en una estrella mundial, pagado a precio de jugador único (160 millones de euros costó al Barça en enero), pero envuelto en ese halo de indefinición que le caracteriza. Regresa a la casa del Inter, el primer club que apostó por ese misterioso talento brasileño, a quien fichó cuando apenas tenía 16 años. Pagó entonces casi cuatro millones por un adolescente, algo que no había hecho antes, seguro como estaba Marco Branca, entonces director deportivo del club, de que tenía una joya en sus manos. Una joya desaprovechada.

Con 18 años, pasó por San Siro un joven tímido, apocado, dotado de una excelente calidad técnica, abrumado porque su salto del Vasco da Gama al exigente y ultratáctico fútbol italiano se lo llevó por delante. Coutinho tuvo la mala suerte de caer en la peor época del Inter moderno, justo después del triplete que conquistó Mourinho en el 2010 (Champions, Serie A y Copa).

Llegó entonces un joven brasileño en quien nadie creyó realmente. Hasta cinco entrenadores tuvo (Benítez, Leonardo, Gasperini, Ranieri y Stramaccioni) en apenas dos años y medio en el calcio, incluidos sus seis meses de cesión con el Espanyol de Pochettino, prueba de que nadie tuvo la paciencia necesaria con él. Fue curiosamente Ramón Planes, entonces director deportivo del Espanyol, ahora ayudante de Abidal en el Barça, quien avaló su aterrizaje en el universo perico (enero-2012). Planes lo conoce bien; Valverde, también. De ahí, la paciencia del técnico. Pese a que en cada partido que juega el Barça aparecen dos Coutinhos: uno, astuto y hábil en el regate, venenoso y desequilibrante con su potente disparo desde el balcón del área; otro, en cambio, invisible, sin continuidad en el juego, como si desapareciera de la escena.

«Al final, Coutinho es un jugador que nos interesa que entre mucho en juego», admitió el técnico horas antes de que el brasileño retorne a su primera casa en Europa. «Cuando él entra en juego es una garantía para nosotros», recalcó después el Txingurri. No era una queja. Ni tampoco un mensaje. No es el estilo de Valverde, que habla más con sus decisiones (lo sacó en Vallecas) que con sus palabras. Eso es Coutinho, inteligente y asociativo cuando entra en el circuito de pase del juego azulgrana, capaz de darle lustre a ese enorme y envenenado disparo que atesora. Cinco tantos ha logrado esta temporada (dos han llegado desde fuera del área), conectado como está a Jordi Alba (que le ha regalado dos asistencias) y a Messi (otros dos pases de gol).

Esas dos almas conviven en un futbolista, pagado a precio de megacrack mundial, que lleva 11 meses vestido de azulgrana. Su período de adaptación sigue abierto. Empezó ocupando el hogar de Iniesta en el volante izquierdo, pero todos sabían, tanto el técnico como él, que no era su verdadero sitio. Tenía que jugar más adelante. Con el 4-3-3 del Valverde año II ahí anda. Pero no acaba de arrancar.