Demasiado tiempo llevaban sin verse, aunque fuera en la distancia. Demasiado porque Messi y Cristiano se habían separado hace ocho meses después de repartirse la hegemonía del fútbol mundial desde Barcelona y Madrid. Ahora tienen a Europa por testigo. Quizá no se encuentren en cuartos de final, ni tampoco en semifinales o quién sabe si en la final del Wanda Metropolitano el próximo 1 de junio, pero el gran duelo ha resurgido.

Cambia el orden en la Champions, manda la Premier, con cuatro equipos, y del campeón de los tres últimos años ni rastro alguno. El Madrid está en la calle. Desalojado de su trono favorito en octavos por un grupo de rebeldes e imberbes jóvenes que dignificaron la camiseta del Ajax. No está el Madrid ni tampoco el Atlético, anfitrión de una final que tendrá que ver desde la grada, incapaz como fue en Turín de ser fiel al cholismo, una filosofía del juego y hasta de la vida.

Habrá, por lo tanto, dentro de dos meses y medio un nuevo jerarca. Hoy (12.00) se conocerá la ruta hacia Madrid cuando la UEFA defina cuartos y semifinales. En el bombo convivirán cuatro favoritos y dos estrellas que dominan el escenario y el juego. Barça, Juventus, City, un equipo novel según Guardiola («somos adolescentes en la Champions», dijo) y Liverpool, el finalista de la pasada edición derrotado hace un año por el Madrid, se asoman como los grandes candidatos.

Luego están el segundo nivel con Tottenham y el renacido United. En el tercer y último nivel quedan ya el Oporto de Casillas y el Ajax de De Jong, el estilo del Barça para la próxima década. Pero todo queda eclipsado por Messi. Y por Cristiano. Leo está cansado de que el recuerdo de Berlín-2015 sea cada vez más añejo. Ronaldo anda empeñado en demostrarle a Florentino que las Champions le pertenecen mucho más a él que a Zidane, el técnico que ha vuelto para reconstruir un Madrid derruido y en ruinas. En el Bernabéu están ya de pretemporada, sin nada que ganar.

Messi fue respetuoso con Cristiano. «Lo que ha hecho él y la Juve fue impresionante. Tuvo una noche mágica», contó. Tres goles al falsamente rocoso Atlético para ganarse, de nuevo, el respeto europeo. Veinticuatro horas después, y sin hacer uno de sus 50 mejores partidos, Leo dejaba dos goles (un penalti a lo Panenka y otro con la derecha tras hacer un Boateng con dos centrales del Lyon a la vez) y un par de asistencias, la de Piqué fue caviar puro y otra más tradicional a Dembélé.

Hace ya casi una década que Messi y Cristiano se cruzaron en una final de Champions. En el 2009, Leo se sostuvo en el aire, colgado de un invisible hilo del cielo, para marcar uno de sus goles más bonitos a Van der Sar. Era el 2-0 del Barça de Guardiola al United de Cristiano.