A la misma hora que el Real Zaragoza viajaba hacia Mallorca, Marc Gual estaba sentado en una silla a pie de pista en el pabellón Príncipe Felipe vestido con una camiseta de Rudy Gobert viendo el partido del Tecnyconta contra el Baskonia. A su lado, Verdasca. Una imagen icónica y cargada de simbolismo de lo que ha sido la temporada del delantero cedido por el Sevilla Atlético, por el que la dirección deportiva se desvivió y apostó sin grietas para coger el relevo realizador, junto a Álvaro, de Borja.

Por ahí, por esa mala elección, empezó a desviarse la temporada del Real Zaragoza. Luego ha habido otras malas decisiones posteriores, todavía de rango superior a esta, y otras circunstancias que han influido en que las cosas estén como están: las lesiones, sobre las que Imanol Idiakez predicó amargamente en su desierto mientras todas las causas y consecuencias se le atribuían al rombo, bajos rendimientos o distintos problemas de gestión a lo largo de la Liga.

Gual empezó sugiriendo buenas formas y haciendo partidos notables, pero el gol se le negó desde el inicio. Ha acabado en el ojo de un huracán, absolutamente devorado por sí mismo y por sus circunstancias, enfadado con el mundo y el mundo con él. Ahora mismo es un delantero perdido para esta causa. Ayer terminó en el baloncesto. Metáfora de la temporada.