"La Vuelta a España da vida a una zona muerta"

Teruel recibe con los brazos abiertos a una carrera que lo ha convertido en un gran reclamo turístico

«El ciclismo te hace conocer lugares a los que no llegarías», dice una pareja de Lyon

Los vecinos de Arcos de las Salinas han vivido el día como una auténtica fiesta

Los vecinos de Arcos de las Salinas han vivido el día como una auténtica fiesta / ANDREEA VORNICU

Arturo Pola

Arturo Pola

Si algo tiene de característica la Vuelta Ciclista a España es que cualquier población, por pequeña e inhóspita que pueda resultar, puede ser protagonista por un día. Eso precisamente es lo que sintieron los pueblos que rodean al Observatorio Astronómico de Javalambre. Como una especie de Bienvenido Mr Marshall, versión ciclista, viven los habitantes de estos pueblos la llegada de la carrera. «Esto es lo mejor que le puede pasar al pueblo, pero con diferencia», asegura un grupo de vecinas octogenarias que disfrutan del ambiente en Arcos de las Salinas. «Ni en las fiestas hay este jolgorio», añade otra de ellas.

Este pequeño municipio turolense, con un censo de 100 habitantes (aunque sus habitantes aseguran que no viven más de 60), descubrió un tesoro cuando en 2019 la Vuelta decidió aterrizar en las laderas de su montaña. Con prácticamente la totalidad de la población con camisetas conmemorativas para la ocasión, todos sus vecinos se muestran como los perfectos anfitriones. «Con el dinero que deja la carrera queremos reformar las cuatro ermitas del pueblo», explican.

Y es que desde la primera etapa de la Vuelta en Javalambre, la zona ha experimentado un cambio y un crecimiento exponencial. «Antes aquí no venía nadie. Ahora todos los sábados y domingos las carreteras se llenan de ciclistas y también de motoristas. Da gusto verlo», recalca el dueño de un bar que, obviamente, se beneficia del constante trasiego de gente en un pueblo que desde el martes por la noche, en el que la charanga y la discomóvil se alargaron hasta bien entrada la madrugada, vive una auténtica fiesta: «La Vuelta le da vida a una zona muerta», remarcan.

Emular a sus ídolos

Pero, como no podía ser de otra manera, las bicicletas, los maillots y los cascos son los elementos que, en cada esquina, recuerdan al visitante dónde ha llegado. Y es que desde Arcos de las Salinas comienza la subida de aproximadamente 10 kilómetros hasta el Observatorio Astrofísico. Cientos son los valientes que se animan a subir el puerto tan solo unas horas antes de que pasen por esa carretera cuesta arriba los profesionales. «Esto es durísimo, además pensábamos que iba a hacer más frío», dice entre resoplidos un cicloturista. «Luego ves a los de la Vuelta y suben silbando y a unas velocidades que por la televisión no se aprecian», explica.

Los cicloturistas subieron el puerto de El Pico del Buitre pocas horas antes que los profesionales

Los cicloturistas subieron el puerto de El Pico del Buitre pocas horas antes que los profesionales / ANDREEA VORNICU

Otros, sin embargo, no son tan valientes y han accedido en furgonetas o caravanas. «Llegamos por la noche y hemos dormido aquí ya para coger sitio», explica una familia mientras, en la cuneta de una curva tienen montado un chiringuito en el que no falta comida ni bebida. Como ellos, y durante toda la subida, miles de personas esperan que pase la serpiente multicolor por ahí. Pero el verdadero color lo da la afición a la carrera, como se demostró en la edición de 2020 en la que la ausencia de público en las carreteras deslució por completo la ronda española. «No venimos aquí solo por ver a los ciclistas, que eso al final son cinco minutos. Pero mira a tu alrededor», asegura un aficionado haciendo un gesto hacia las cientos de personas que tiene alrededor. «Este ambiente es el que hace que merezca la pena el viaje y las esperas», reflexiona emocionado.

A pesar de ser la Vuelta Ciclista a España, en Javalambre se escuchaban muchos idiomas. Había franceses, ingleses, belgas e italianos. «Llevamos siguiendo a la Vuelta desde la salida en Barcelona. El ciclismo te permite conocer lugares a los que no llegarías de otra manera», explican una pareja de Lyon.

A todos ellos, y a las miles de personas que lleva detrás la caravana de la Vuelta, recibieron con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja los habitantes de Rubielos de Mora, la Puebla de Valverde, Sarrión, Manzanera y Arcos de las Salinas, entre otros, que reconocen que la carrera revitaliza sus pueblos, le da una publicidad turística impagable y genera un atractivo que no desaparece cuando los ciclistas abandonan sus carreteras.