"Esta es la última oferta", no se cansa de repetir el Gobierno argentino, tras haber propuesto a los acreedores extranjeros una quita de 60.900 millones de dólares (48.720 millones de euros) de la deuda externa, en suspensión de pagos desde diciembre del 2001. "Aquí no hay segunda vuelta, o la toman o mala suerte, los argentinos no vamos a poner en juego el crecimiento", subrayó el viernes el presidente Néstor Kirchner, tras arremeter contra los "especuladores" que compraron títulos del Estado argentino a menos del 10% de su valor nominal y "ahora quieren todo el lucro posible".

La corta experiencia de la era Kirchner parece demostrar que cada declaración política altisonante no es definitiva. En septiembre, Argentina ofertó a los poseedores de sus 152 títulos, por valor de 81.200 millones de dólares, una quita del 75% del capital, sin intereses. Esa propuesta, presentada entonces como "definitiva", fue rechazada por acreedores, el FMI y el G-7. La nueva oferta sí tiene en cuenta los intereses: se trata de 18.200 millones acumulados hasta diciembre del 2003. Ya no se habla de una deuda de 82.000 millones de dólares, sino de 99.400 millones. Si a la deuda total, se aplica una quita del 75% (60.900 millones), la cantidad queda reducida a 38.500 millones de dólares.

Según la propuesta lanzada el martes, el Estado argentino se compromete a generar un excedente fiscal del 2,7% del PIB entre el 2005 el 2010 para abonar la deuda, y a pagar más sólo si la economía crece por encima del 4%. Las patronales han apoyado el programa de Kirchner. Los tenedores de bonos lo han rechazado. Esperan del Gobierno un gesto más concreto de "buena voluntad": dinero en forma de anticipo.

Como antes hubo otros "no" tajantes que terminaron en "sí" o "tal vez", los analistas creen que el rechazo de los inversores a esta oferta puede deparar nuevas sorpresas. Comienza una larga negociación cuya suerte está ligada al G-7 y al FMI.