"La situación era mala pero no esperábamos un cierre de toda la fábrica". Era la frase más repetida ayer entre los cientos de trabajadores de la planta de Siemens-Elasa que se concentraron en el centro de Zaragoza, un colectivo que afronta con "esperanza" la negociación sobre su futuro laboral que se iniciará la próxima semana.

"Llevamos un tiempo con poco trabajo, aún así no esperábamos consecuencias tan graves", comentaba a los periodistas José Luis Iguarbe, de 38 años, los nueve últimos como trabajador de esta firma. A su lado, se encuentra José Antonio Trivez, que como otros muchos trabajadores lleva más de media vida en la plantilla. "Prácticamente es el único sitio donde he trabajado", añade.

Pese al mazazo que supuso el anuncio del cierre, la plantilla se mantiene con ánimo para luchar por sus puestos de trabajo. "La esperanza es lo último que debemos perder", afirma con entusiasmo Marisa Baile, a quien, tras 33 años en la empresa, se le han truncado de momento sus planes de jubilarse en ella. "Somos una plantilla con mucha experiencia que podemos adaptarnos a lo que venga, siempre lo hemos hecho así", asevera convencida de la viabilidad de la planta de Malpica.

Entre las pancartas --No al cierre y No a la pérdida de empleo. Productos alternativos-- y el sonido de los megáfonos, Carmen expresa su rechazo a una posible recolocación en los centros de Siemens en España. "Tenemos a nuestras familias aquí, nuestra vida está en Zaragoza, no nos podemos mover así como así", explica esta trabajadora, tras casi tres décadas de dedicación a esta empresa. El sentimiento es compartido por la práctica mayoría de los trabajadores, que ven impensable poderse acoger a este ofrecimiento.

"Con 53 años qué voy a hacer yo, quién me va a coger para trabajar", se pregunta otra de las empleadas. Y es que, buena parte de la plantilla supera los 50 años, lo que dificulta su recolocación. Todos confían en que pronto las aguas de Siemens puedan volver a su cauce.