No hay mayor prueba de que la banca es un sector en reconversión sin final a la vista, con bajas cifras de empleo desde hace 12 años y sus sombrías perspectivas laborales para los siguientes. Las entidades de depósito recortaron 94.016 puestos de trabajo en España desde el máximo que alcanzaron en el 2008 como coletazo de la burbuja inmobiliaria hasta el cierre del 2019, según las últimas cifras del Banco de España. Es decir, que cerraron el periodo con 176.839 empleados, un 34,7% menos y el octavo mínimo consecutivo desde que el organismo público lo empezó a medir en 1981.

Del 2020 no hay cifras oficiales, pero los 12 mayores bancos (Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Sabadell, Bankinter, Unicaja, Liberbank, Abanca, Ibercaja, KutxaBank y Cajamar, que suponen el 90% del empleo del sector en España) redujeron sus plantillas en otros 2.988 trabajadores. A falta de confirmar qué ajuste aplicaron el resto de entidades, podría tratarse de la menor reducción anual desde que se inició el recorte en el 2008.

El dato, con todo, puede resultar engañoso. La banca limitó las salidas en el 2020 principalmente por la mala imagen que le hubiera dado en plena pandemia lanzarse a hacer eres. Pero ello ha provocado que ahora prepare, solo con las operaciones ya en marcha, un recorte de casi 20.000 trabajadores para ejecutarlo entre este ejercicio y principios del próximo, nivel solo superado en el 2013, el peor año hasta ahora para el empleo bancario (18.398 salidas).

Santander (3.572), Sabadell (1.800) e Ibercaja (750) ya han pactado los ajustes con los representantes de sus trabajadores, y a ellos se suman los anunciados esta semana por CaixaBank, tras absorber Bankia (8.291), y BBVA (3.798) y la fusión de Unicaja y Liberbank (se prevén entre 1.000 y 2.000). Según las previsiones más pesimistas se superarán las 19.000 salidas, y ello a falta de sumar las del resto de bancos.

¿A qué se debe este ajuste sin fin? La respuesta es una tormenta perfecta de factores coyunturales y estructurales. Entre los primeros se cuentan la dura digestión de los excesos de la burbuja inmobiliaria de la anterior crisis. El mar de fondo es el mayor uso de los canales digitales, que conlleva el cierre de oficinas.