"Inflación, inflación e inflación". Es el asunto económico del momento y el que ha monopolizado la reunión del consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE) de este jueves, como ha reconocido su presidenta, Christine Lagarde. Pero pese a las presiones del mercado y de la minoría ortodoxa de consejeros, la autoridad monetaria se ha ceñido al guion esperado y ha decidido mantener todo el arsenal sin precedentes de medidas que desplegó el año pasado para combatir los efectos económicos de la pandemia. Su diagnóstico sigue siendo que los precios altos son un fenómeno transitorio, si bien ha tenido que reconocer que tardarán en moderarse más de lo que preveía inicialmente.

El banco central, así, espera que la escalada del IPC se acentúe en lo que queda de año y se modere "a lo largo" de 2022, pero ya no necesariamente en el primer trimestre del próximo ejercicio. Pese a ello, Lagarde ha insistido en que la recuperación económica sigue siendo "fuerte", aunque su "impulso se haya frenado hasta cierto punto". Lo que se está produciendo, ha argumentado, es una traslación del crecimiento en el tiempo: las revisiones de las previsiones de PIB que se están anunciando estos días auguran una menor expansión en 2021, pero que se compensa con un mayor crecimiento el año que viene.

La alta funcionaria francesa ha tratado así de disuadir al mercado, que ha empezado a prever que el BCE se va a ver a obligado a subir los tipos de interés a finales de 2022 por primera vez desde 2011 para contener los precios. Las condiciones para que dicha subida se produzca, ha sentenciado Lagarde, no se van a producir "en un futuro cercano" según su análisis actual de la situación. El problema, ha argumentado, es que los inversores no se creen las proyecciones de inflación del BCE, pero el consejo de gobierno está "convencido" de que son correctas.

Por tres razones

La banco central de la zona euro, así, sigue pensando que la inflación bajará a lo largo del año que viene por tres factores. El primero, porque estima que los altos precios de la energía "se estabilizarán, sino bajarán" en 2022. Segundo, porque cree que ya se están tomando medidas para combatir los problemas de suministro mundiales, como la construcción de nuevas fábricas y barcos de mercancías. Y tercero, y esto ya es una certeza, porque la bajada del IVA alemán del año pasado dejará de afectar a la comparación interanual a partir del próximo enero.

Así las cosas, el BCE ha mantenido los tipos en los niveles mínimos históricos en que llevan instalados desde marzo del 2016, así como los dos programas de compra de deuda pública y privada con los que comprime las diferencias entre las primas de riesgo nacionales (riesgo de impago a ojos del mercado) y reduce así los costes de financiación generales en las economías del euro. Con todo, Lagarde ha confirmado que el más importante de ellos -el programa de compras de emergencia frente a la pandemia (PEPP), dotado con 1,85 billones de euros- acabará con todo probabilidad al final del próximo marzo.

Ello no quiere decir que el banco central vaya a cerrar totalmente el grifo de los estímulos la próxima primavera, con las consiguientes dificultades que ello acarrearía para la deuda pública de los países más endeudados, como España. El BCE ya anunció a principios de septiembre que recalibrará todas sus herramientas en su reunión del próximo 16 de diciembre. Lagarde ha dejado entrever que se aprobarán nuevas subastas masiva de liquidez barata a la banca condicionada a dar créditos y es probable que también se amplíe la dotación del programa de compras de activos (APP), lanzado mucho antes de la llegada del coronavirus y que ahora tiene un ritmo mensual de 20.000 millones de euros.