Mientras Europa hace frente a la crisis del coronavirus, que no entiende de fronteras y viaja sin pasaporte, millones de personas continúan atrapadas a las puertas del viejo continente a la espera de entrar en la Unión Europea y pedir asilo en alguno de sus países.

Los presidentes de Francia y Alemania, Emmanuel Macron y Angela Merkel, se reúnen hoy en Estambul con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, para buscar una solución al problema de los refugiados tras la decisión de Turquía de abrir su frontera con Grecia, hace dos semanas, para que los millones de desplazados que permanecen en su territorio pudieran llegar a Europa.

La medida provocó enfrentamientos entre los migrantes y la policía griega, se produjeron heridos y reproches entre Grecia y Turquía y altos cargos de la UE visitaron la zona la semana pasada para mostrar su apoyo a Grecia.

No es la primera vez que crece la tensión entre la UE y Turquía a causa de los refugiados. Desde el 2014 no ha cesado la llegada masiva de exiliados a este país a caballo entre Asia y Europa, que ocupa una posición estratégica en el tablero político mundial.

Estos exiliados proceden de países en guerra o en conflicto, como Siria, Afganistán, Somalia, Irán o Pakistán. La guerra civil de Siria ha sido una de las causas de la situación vivida este mes en la frontera grecoturca. Al norte de Siria, las tropas de Bashar al Asad tratan de conquistar Idleb, la última provincia rebelde del país, para acabar con el conflicto militar.

La batalla final de la guerra siria ha provocado el desplazamientos de los habitantes de esta zona a otros lugares de Siria y a países cercanos como Turquía, con el que hace frontera, lo que supone un problema añadido a la situación de los refugiados en este país.

«Turquía tiene actualmente una bolsa de tres millones de expatriados y está empezando a entrar otro millón de personas en busca de asilo y refugio», explica Fernando Martín Cubel, miembro del Seminario de Investigación para la Paz.

El país se enfrenta a un «grave problema» y por eso «ha tomado la decisión de abrir la frontera con Grecia». Además, según el experto, se trata de una «jugada» de Erdogan, el presidente turco, que «usa a los refugiados como arma para presionar a la UE» con el objetivo de llamar la atención sobre la guerra siria, en la que Turquía participa contra Bashar al Asad.

El acuerdo del 2016

En el 2016, Europa firmó un acuerdo con Turquía para que esta se hiciera cargo de los migrantes que llegaban a la frontera sureste de Europa. A cambio de mantener la bolsa de refugiados, la Unión Europea ofrecía dinero a Turquía y se comprometía a negociar su posible entrada en el grupo de los Veintisiete.

Según Martín Cubel, es una política «muy típica» de la UE llegar a acuerdos con terceros países, como pueden ser Marruecos, Ucrania, Bielorrusia o Argelia, para que estos hagan de «freno» a la inmigración y sean ellos quienes permitan o no la entrada a Europa. «Cuando el exiliado llega a estos países tiene que esperar a las políticas domésticas en temas de asilo, por lo que puede ser rechazado a su país o incluso encarcelado», cuenta el experto.

En el caso de Turquía, ningún solicitante de asilo puede entrar en la UE sin que se tramite la salida de un refugiado que ya está en territorio europeo. Es decir, para pasar a Europa, hace falta que salga alguien, por lo que la entrada de refugiados se produce con «cuentagotas».

Al mismo tiempo, continúa el investigador, desde la firma del acuerdo con Turquía en el 2016, Europa «se ha desentendido del tema» y no ha cumplido con los cupos de refugiados. Los países de la UE se comprometieron a acoger en su territorio a un determinado número de solicitantes de asilo. «Casi ningún país está cumpliendo con esos cupos y eso genera un problema». En España la cifra era de 15.000 personas, pero «no se ha llegado ni a la mitad», asevera.

Todo ello está teniendo consecuencias humanitarias tanto para las personas atrapadas en su camino a Europa como para la población receptora. Actualmente existen campos de refugiados en Turquía y en Grecia donde «no se están poniendo los medios necesarios para atender a la población», dice Martín Cubel. Una situación que podría agravarse por la crisis del coronavirus si surgiera algún brote en estas instalaciones que no cuentan con las medidas higiénicas y de salud necesarias para su contención.

En Grecia, continúa el experto, «las medidas se centran sobre todo en mantener la seguridad», pero no en asistir a quienes cruzan en barco la escasa distancia que separa la costa turca de las islas del este de Grecia (ver mapa abajo), donde se ubican la mayor parte de los campos helenos.

Además, se producen «devoluciones en caliente» de quienes consiguen alcanzar territorio griego, lo que incumple el Convenio de Ginebra sobre refugiados, que recoge el derecho de las personas que huyen de la guerra y de conflictos armados a solicitar asilo en otros países. «Grecia lo hace cómodamente porque hay una sentencia del Tribunal Europeo sobre el caso español que es favorable al Estado», subraya Martín Cubel.

El refugiado «como enemigo»

«La mayoría de estas personas intentan buscarse la vida y empezar a trabajar. No son gente pobre sino personas muy bien preparadas, con estudios, que intentan llegar a Europa», dice el investigador sobre las personas que se agolpan a las puertas de Europa.

Sin embargo, el viejo continente se niega a abrir sus fronteras a los desplazados. Esto se debe, en parte, a que «se ve al refugiado como un enemigo o como algo negativo», indica el investigador del Seminario por la Paz.

A ello contribuyen los partidos de extrema derecha que tienen un peso político «muy potente» en países como Holanda, Francia, Dinamarca o Alemania, que «venden un discurso del otro como algo negativo y que viene a causarnos daño».

El experto considera de una «enorme hipocresía» la postura de Europa, que cierra los ojos al problema de los refugiados mientras baja la natalidad y la población envejece. Un problema demográfico que puede resolverse con la llegada de inmigrantes.

Hoy en Estambul, Turquía tratará de presionar a la UE para mejorar el acuerdo del 2016 sobre los refugiados y presiones a los Veintisiete para que tengan en cuenta el problema. Eso si el coronavirus lo permite.

Como señala Martín Cubel, ahora mismo Europa se va a centrar en la lucha contra el covid-19 y «va a intentar ponerle un paño caliente a la situación de los refugiados». Mientras la pandemia avanza, los muros de Europa permanecen cerrados para millones de huidos de la guerra en busca de un futuro en paz.