En plena crisis civilizatoria, o quizás precisamente por ella, hemos aprendido que podemos avanzar en la liberación de las vacunas contra el covid-19, hemos asistido a propuestas imaginativas para reconstruir una fiscalidad redistributiva y justa, tanto en Europa como en el mundo, y ya no podemos mirar hacia otro lado ante el impulso de las energías renovables. Aunque estos tres sean ejemplos escasos y limitados, también nos señalan una dirección ilusionante.

Por nuestra parte, después de trece años desde el nacimiento de la Cátedra de Cooperación para el Desarrollo de la Universidad de Zaragoza, y cuatro ediciones tras la inauguración del Máster Propio en Cooperación para el Desarrollo, estamos haciendo balance de resultados.

Somos conscientes de que debemos adaptar propósitos, contenidos y metodologías a los recientes cambios y a los retos que la pandemia ha puesto sobre la mesa. Así, en el máster ya habíamos entendido que el contexto es crucial. La cooperación que viene, que tiene que venir, no se puede limitar a colocar tiritas en situaciones de injusticia, siendo imprescindibles la ayuda directa y el proyecto concreto norte-sur. Al mismo tiempo, debemos ser capaces, por un lado, de elaborar diagnósticos complejos para identificar las causas profundas de la desigualdad, la pobreza y la injusticia globales, y, por otro, necesitamos explicaciones que enlacen, desde una visión cosmopolita e integrada, tanto los componentes teóricos de esa cosa resbaladiza y huidiza a la que llamamos desarrollo, como las múltiples dimensiones de objetos, actores y sujetos de la cooperación postcovid-19.

Este es el marco analítico que necesitan nuestros profesionales de la cooperación para cumplir con su principal misión: la construcción de un futuro común desde una óptica de ciudadanía global y desde la transformación social.

Por ello, nos ilusiona saber que, tras estos cuatro años de recorrido, los estudiantes que egresan de nuestro máster encuentran en su contenido un enfoque multidisciplinar, calidad en su profesorado y un acercamiento a la realidad de los países del sur, a través de las prácticas, que se traduce en una muy buena valoración de nuestro estudio. Ello, por supuesto, nos motiva a seguir mejorando.

Respecto de las metodologías y en coordinación con el impulso a la digitalización de la Universidad de Zaragoza, a partir de este año, el máster ofrecerá también una versión totalmente online. No renunciamos a las clases presenciales, que siguen siendo nuestra vocación más profunda, pero estamos atendiendo una demanda que nos viene del resto de autonomías y de Latinoamérica. Entendemos este paso como el principio de una alianza con universidades de dentro y fuera de España, de la creación de redes densas, la apertura de conversaciones múltiples y la contribución al establecimiento de lazos permanentes, en un objetivo a caballo entre la cooperación pura, el reforzamiento de la cooperación sur-sur y la educación para la transformación social.

Si el mundo puede ser transformado, debe serlo.