¿Por qué ha crecido tanto la desinformación?

Porque hay grupos interesados en que crezca, no es un fenómeno espontáneo, pero también porque internet y las redes sociales son el entorno perfecto para que esto suceda. Podemos decir que se dan los fines (desinformar y confundir), pero también los medios. Internet dificulta muchas veces filtrar qué información es verdadera o falsa, y simplemente la compartimos apelando a las emociones que nos provoca, como enfado o miedo, sin pensar unos minutos en qué intención puede haber detrás, si las imágenes corresponden a lo que se está contando, cuál es la fuente… Necesitamos dar herramientas de análisis crítico para contrarrestarla porque la información y la desinformación nos mueven a tomar decisiones que tienen consecuencias en las vidas y los derechos de las personas.

¿Se puede llegar a saber quiénes están detrás de la creación de los bulos?

No es fácil saber quién elabora este tipo de contenidos, precisamente porque su anonimato y circulación en redes sociales dificulta conocer su autoría. Hoy en día, cualquier persona puede hacer un bulo y circularlo por WhatsApp o Twitter, y que crezca su difusión. En algunos casos se esconden intereses económicos, pues al clicar muchas personas en un contenido en internet se generan beneficios económicos, y en otros casos, intereses políticos y sociales que buscan generar miedo y polarizar a la sociedad, cuando por ejemplo se difunden discursos de odio contra personas migradas o grupos feministas.

¿Tiene este fenómeno alguna característica diferencial en España?

Es un problema global que no entiende de fronteras y está relacionado con el mayor acceso de la población a las redes sociales, su velocidad e inmediatez de difusión. Lo hemos visto en otros países como Colombia, Brasil, Estados Unidos… Es difícil pensar que haya un país libre de desinformación, pero algunos, como los nórdicos, incluyen en su sistema educativo recursos y contenidos sobre alfabetización mediática y pensamiento crítico, que les hacen menos receptivos a los bulos. En España necesitamos potenciar estas cuestiones dentro y fuera del sistema educativo.

¿Por qué han decidido aliarse con Maldita.es?

Porque necesitábamos abordar el tema de la desinformación que circula por las redes sociales y que cala en discursos de odio y negacionistas en la juventud con la que trabajamos. Maldita.es aporta toda labor periodística y de verificación de noticias falsas, el análisis de los bulos y las herramientas prácticas para identificarlos y desmontarlos. InteRed trabajamos en educación transformadora para la ciudadanía global y en coeducación para prevenir las violencias machistas, en escuelas y en espacios de educación no formal. Necesitamos llevar esas herramientas y análisis a nuestra práctica educativa con la juventud y generar pensamiento crítico.

¿Ha supuesto la pandemia un antes y un después en lo que a la generación y difusión de bulos se refiere?

En el informe se pone de relieve que el covid-19 ha supuesto un incremento exponencial de los bulos sobre esta temática, en parte por la incertidumbre que vitalmente nos ha generado y la necesidad que teníamos de saber qué estaba pasando. Durante los dos años analizados se desmienten 799 bulos sobre covid-19, 55 sobre violencias de género y 46 sobre cambio climático. Los del coronavirus son el 80% de todos los desmentidos que Maldita.es realizó, desplazando a los bulos sobre violencias de género y cambio climático. Aunque cuando empezó la pandemia los bulos sobre violencia de género disminuyeron un 17%, en realidad es poco, vemos que se mantienen y que siguen siendo un discurso en redes y medios de comunicación que tenemos que combatir. Los bulos sobre cambio climático prácticamente desaparecen.

¿Por qué se han centrado precisamente en esos tres asuntos?

Son tres problemas de nuestra sociedad que hemos visto relevantes en nuestro trabajo con la juventud, y que derivan de la crisis sistémica que vivimos. Negarlos supone no reconocer que vivimos en una sociedad patriarcal y machista, pese a los muchos avances que los movimientos feministas han conseguido en los últimos años, que vivimos en un planeta con límites y donde el ser humano y los mercados no pueden seguir siendo el centro de las decisiones sin cuidar la naturaleza, y que la salud debe ser un bien común que tenemos que cuidar.

¿Es la juventud especialmente vulnerable frente a la desinformación?

La juventud utiliza mucho más las redes sociales, tanto para informarse como para divertirse. Pasa más tiempo expuesta a las redes y en muchos casos lo hace desde el divertimiento, con redes como Tik Tok o Instagram, sin ser del todo consciente de que por ahí se cuela también desinformación. Según un estudio de Digital News Report, en España, del grupo de entre 18 y 24 años, únicamente el 56% dice estar preocupado por conocer qué es falso y qué verdadero cuando hacen uso de internet. Este porcentaje aumenta con la edad. En estos datos nos basamos para insistir en la importancia de que sepan identificar la desinformación. Pero la juventud también es muy diversa y una parte está muy comprometida socialmente y con los derechos humanos.

¿Qué otras herramientas han elaborado?

El informe es una primera herramienta del proyecto Por una ciudadanía global, crítica y activa que transforme el actual modelo de desarrollo causante de la crisis sistémica y por covid-19, financiado por la AECID. En él vamos a hacer procesos educativos con educadores y educadoras y juventud en asociaciones y centros juveniles, mediante talleres que sean prácticos y donde la juventud podrá también desarrollar sus propios materiales de comunicación para compartirlos en redes sociales. Además, vamos a sacar una campaña, también en redes, llamada No lo niegues, y una exposición física y digital sobre este tipo de discursos y las narrativas alternativas que queremos construir, desde valores positivos, y apelando a datos y emociones. Nos queremos centrar en la educación no formal, pero muchas de las herramientas son perfectamente utilizables en las escuelas y universidades.