ENTREVISTA | María Simón Cooperante de Médicos Sin Fronteras

“El hospital donde trabaja MSF llegó a acoger a 10.000 desplazados”

Esta zaragozana es la responsable de las operaciones de Médicos Sin Fronteras en la R. D. del Congo

Es fisioterapeuta, pero lleva casi toda su vida profesional trabajando en organizaciones de desarrollo

Ha cooperado en República Centroafricana, Bangladesh, Yemen, Burkina Faso o Etiopía, entre otros países

María Simón, cooperante zaragozana de Médicos Sin Fronteras.

María Simón, cooperante zaragozana de Médicos Sin Fronteras. / Laura Trives

M. G. C.

El personal de Médicos Sin Fronteras (MSF) está atrapado por el fuego cruzado en la provincia congoleña de Kivu del Norte. ¿Es la situación más complicada en la que ha trabajado?

Cada país es diferente. MSF siempre prioriza atender a víctimas de la violencia y trabajamos en zonas de conflicto armado o con personas que huyen de él. Nuestro trabajo siempre está ligado a situaciones violencia, o de epidemia, que es el otro tipo de intervenciones que hacemos, y que también pueden ocurrir en un conflicto, pues en esos contextos de hacinamiento es muy fácil que se propaguen las enfermedades.

El foco está puesto en las guerras de Ucrania y Gaza, pero, ¿qué ocurre en la República Democrática del Congo?

La atención mediática queda absorbida por los grandes conflictos, que son muy complicados y tienen consecuencias humanitarias muy importantes, pero hay muchos más, de los cuales no se habla. El del Congo afecta principalmente a la provincia de Kivu del Norte, en el este del país, pero también tiene consecuencias humanitarias en las zonas limítrofes, sobre todo en Kivu del Sur. Ahí tuve mi primera misión con MSF, en 2012, y entonces se empezaba a conformar el movimiento M23, un grupo armado que se enfrenta con las fuerzas armadas estatales y con un batiburrillo de grupos violentos, cuya lucha es por el control del territorio y los recursos, aunque también tiene algunos matices étnicos.

¿No es un conflicto nuevo?

No, lleva décadas en marcha, pero, tras un periodo no tan activo, desde octubre del año pasado se han recrudecido los enfrentamientos, y desde finales de enero ha alcanzado un pico muy violento, con graves repercusiones para la población.

¿Por ejemplo?

La población intenta aguantar lo máximo posible antes de desplazarse a una zona donde va a estar alejada de sus casas, de sus familias… Pero en el Congo hay ya 6,9 millones de desplazados internos, de los que cinco millones se concentran en el este del país. En Kivu del Norte hay 2,5 millones, de los que un millón se ha desplazado tras el último recrudecimiento, y en Kivu del Sur hay 1,6 millones.

¿Qué condiciones encuentran por el camino?

Algo que refleja muy bien lo que ocurre es la situación que se produjo cuando empezaron a intensificarse los enfrentamientos armados. La población de Mweso y áreas cercanas se refugió en el hospital general, donde trabaja MSF, que en sus terrenos llegó a acoger a 10.000 desplazados, ya que las instalaciones sanitarias ofrecen una sensación de protección. Pero el conflicto siguió avanzando y la mayoría escapó a zonas más alejadas porque el hospital ya no era un lugar seguro, tanto que llegaron balas perdidas y el acompañante de un paciente resultó herido. Ahora quedan 2.500 personas, incluidos muchos niños huérfanos de guerra.

¿Qué opciones tienen, lejos de la protección de MSF?

Huyen a pie con las pocas pertenencias que tienen y pueden acarrear. Intentan buscar pueblos o ciudades que consideran más seguros, alejados de la línea de frente activa. Unos se alojan con familiares o conocidos. Otros improvisan refugios en campos de desplazados, aunque sea con palos y hojas. Y hay quienes ocupan edificios disponibles, como escuelas, donde falta agua potable, están hacinados y en condiciones de abrigo e higiene pésimas, el caldo de cultivo perfecto para enfermedades como el cólera.

¿Cuáles son las consecuencias para la población más vulnerable?

Los niños están desprotegidos ante enfermedades transmisibles, como el sarampión, la neumonía o la meningitis, porque no han tenido acceso a las vacunas. Y, cuanto más hacinados están, más riesgo de contraerlas corren. Además, la desnutrición es un problema ya de por sí en la zona, y si a eso le sumas los combates armados, el desplazamiento y el bajo poder adquisitivo de las familias, el acceso a alimentos se complica. Y las mujeres están muy expuestas al riesgo de sufrir violencia sexual, que ha aumentado exponencialmente con el conflicto.

¿Qué retos operacionales y de seguridad asume el personal de MSF?

Los combates han llegado muy cerca de los hospitales de Mweso y de Minova. Hemos tenido que buscar otra localización para poder seguir con nuestras actuaciones, porque los riesgos eran bastante elevados. El equipo de Mweso está a unos pocos kilómetros del hospital, siguiendo con sus actividades en remoto, y algo parecido ocurre en Minova. Esta intervención en remoto consiste en seguir abasteciendo a los médicos del hospital para que puedan continuar atendiendo a los heridos que llegan, y a los de los centros de salud para las consultas médicas. Además, las mujeres siguen dando a luz, la malaria y la diarrea continúan existiendo, los casos de violencia sexual son una prioridad… Hay que seguir cubriendo todo esto, además de la sobrecarga asistencial que supone el gran número de heridos.

Aunque MSF es una organización sanitaria, ante esa situación, ¿presta también otro tipo de asistencia humanitaria?

Efectivamente. Normalmente, hay más organizaciones con capacidad para responder a otras necesidades, como alimento e higiene. Pero, si no las hay, lo hace MSF, como en Mwueso, donde además de asistencia sanitaria nos ocupamos de la salud mental de los desplazados y distribuimos tiendas, agua potable y jabón. En los campos de desplazados nos ocupamos de cuestiones como el agua y el saneamiento, instalando letrinas para evitar la propagación de enfermedades.

Si, al final, MSF tiene que abandonar la zona por seguridad, ¿en qué situación quedará la población?

Quedaría en una situación muy complicada, expuesta a la violencia y huyendo de un sitio a otro, sin acceso a agua ni a comida. Sería catastrófico. Pero en MSF siempre intentamos adaptar nuestras operaciones para poder seguir presentes y llegar a la población, aunque sea en remoto. Por eso pedimos lo que en cualquier otro conflicto: que se garantice, primero, la seguridad de los pacientes, y segundo, la del personal sanitario y las instalaciones donde trabajamos. Pedimos también que se garantice la protección de los civiles y que las organizaciones humanitarias tengamos acceso sin obstáculos a la población.