Albert Rivera no quiere ser decisivo, quiere decidir. "Si queremos el cambio", dijo ayer en Madrid, "tenemos que encabezarlo". En las dos citas electorales de este año --municipales y autonómicas, incluidas las de Cataluña-- Ciudadanos ha logrado hacerse visible, hacerse creíble, y convertirse en una seria amenaza para los dos principales actores de la escena política española, el PSOE y el PP. Hasta ahora solo ha tocado el poder como socio externo de muchos gobiernos locales y autonómicos, pero ante los comicios del 20 de diciembre Rivera quiere dejar de ser bisagra.

"Si quieren cambiar este país, hay que mojarse", dijo ayer el dirigente de Ciudadanos ante, según él, tres mil personas reunidas en un céntrico parque madrileño. Fue uno de los poco actos que la formación no ha celebrado en un recinto cerrado y que tuvo mucho de gesto simbólico, el de presentarse como catalanes que "queremos un equilibrio entre un país unido y un país diverso".

Fue Inés Arrimadas, la líder de Ciudadanos en el Parlamento catalán y no Begoña Villacís, portavoz en el ayuntamiento de Madrid, la que compartió tribuna con Rivera y la que dio el mensaje de que si Convergencia ha llegado donde está es porque "se lo han permitido" tanto el PP como el PSOE al hacerlo su aliado en varias legislaturas.

El líder de Ciudadanos apeló a ganar a las encuestas, aunque éstas le sitúen en una posición cómoda para dejarse querer tras el 20-D. Sin pedir el voto directamente, Rivera llamó a ganar a las encuestas. "No se puede ganar un partido si salimos a empatar", dijo. Y enfatizó que desde la Moncloa pedirá ayuda a sus rivales "para que me ayuden a tirar del país".

El líder de Ciudadanos se presentó como el tercero en discordia que está en disposición de disputarles el poder a la vieja derecha y a la vieja izquierda que se enzarzan en debates, en su opinión, "obsoletos" sobre la clase de religión. "Se han quedado sin proyecto" afirmó. Evitó despreciar a los dos partidos mayoritarios y prefirió recordarles su malas gestión. A Rajoy le dijo que "lo fácil son los recortes, no las reformas". Si Zapatero llegó al poder en el 2004 con la promesa de un "cambio tranquilo" Rivera se presenta como el "cambio sensato". Si Felipe González presumía en los 80 de liderar el partido que era fiel retrato de España, Rivera se ha adjudicado ahora ese papel.