Elecciones vascas

Euskadi decide hoy entre PNV y Bildu con el independentismo en sus horas más bajas

El próximo parlamento puede ver reducido a cuatro el número de grupos políticos con la eventual desaparición de Vox y Elkarrekin Podemos 

Los candidatos de PNV, Imanol Pradales (d), y del PSOE, Eneko Andueza, se saludan durante la jornada de reflexión previa a las elecciones al Parlamento vasco, han coincidido este sábado en Portugalete.

Los candidatos de PNV, Imanol Pradales (d), y del PSOE, Eneko Andueza, se saludan durante la jornada de reflexión previa a las elecciones al Parlamento vasco, han coincidido este sábado en Portugalete. / EFE

Elena Marín

Si el PP echó en su día mano de la "política pop" para renovar su imagen y ampliar su base social tocando la puerta de los más jóvenes, EH Bildu lo ha intentado ahora con su "política de kilómetro cero". El objetivo es el mismo, ensanchar su electorado, y en este caso hacer un llamamiento a aquellos que han visto que las decisiones de sus respectivos partidos, Elkarrekin Podemos y Sumar, se toman a 500 kilómetros de distancia, en Madrid.

La sacudida que le ha metido Bildu a su imagen en los últimos tiempos, más moderada y centrándose en cuestiones de gestión más que de identidad nacional, le sirvió tanto en las municipales como en las generales de 2023 para situarse a la altura del PNV. Pero el resbalón final con cómo afrontan el pasado de ETA ha puesto sobre la mesa sus contradicciones, y el resto de los grupos políticos ha intentado apretar donde dolía.

Hasta que se cierren las urnas no se sabrá si el subidón final que le daban las encuestas a mitad de campaña se ha mantenido al alza estos últimos días, aunque la percepción generalizada en el resto de partidos es que ha marcado un alto en el camino y provocado que algunos indecisos que podrían haberse quedado en casa se acerquen a las urnas. Esto beneficiaría al resto de las formaciones. Para lo que probablemente sí ha servido esa estrategia de kilómetro cero es para reducir al mínimo las opciones de Elkarrekin Podemos y Sumar. Y eso, unido a un crecimiento del PP que puede hacer desaparecer a Vox, puede provocar que el arco parlamentario vasco se simplifique a partir de este lunes, cuando solo queden PNV, EH Bildu, PSE y PP.

El cierre de las urnas, por tanto, traerá consigo una renovación de caras en el parlamento vasco y todo apunta que una composición más nacionalista, pero puede que también un menú con menos siglas. La paradoja de estas elecciones es que el soberanismo, representado por PNV y Bildu, puede ser mayoritario en el próximo parlamento, rozando 60 escaños de 75, lo que supone que cerca del 75% de la cámara autonómica puede ser nacionalista cuando el

en el País Vasco. Apenas el 22% están a favor de ella, según las últimas encuestas realizadas.

Desconfianza pública

Si hay o no sorpaso por parte de EH Bildu está por ver y es muy probable que no se sepa hasta que se llegue al recuento de los últimos escaños en juego en Álava, pero si la suma entre PNV y PSE llega a los 38 de la mayoría absoluta será porque los jeltzales no se dan un batacazo y la pugna entre nacionalistas se mantiene muy a la par. Lo curioso en esta campaña ha sido que una de las estrategias que han utilizado todos los partidos para ampliar su base ha sido mostrar desconfianza en el otro ante los posibles pactos de gobierno. Especialmente los dos que estaban llamados a repetir la coalición de gobierno.

El candidato socialista, Eneko Andueza, ha deslizado durante toda la campaña la idea de que los dos grupos nacionalistas podían tener la tentación de pactar entre ellos, cuando en la formación jeltzale esta opción aparece como remota. Una cosa es acordar cuestiones sobre el fomento del euskera y el autogobierno, algo que Bildu ya ha dicho que será el principal desafío de la legislatura y otra, encontrar puntos de encuentro en políticas económicas o de gestión en determinados ámbitos, explican en este partido.

A su vez, el candidato del PNV, Imanol Pradales, ha advertido a los ciudadanos de que no se pueden fiar de Andueza, que ha rechazado un pacto con Bildu día sí y día también desde que los abertzales alcanzaron la alcaldía en Pamplona las pasadas navidades gracias al apoyo de los socialistas navarros. Esa decisión, venía a decir Pradales, tampoco será de kilómetro cero porque será Pedro Sánchez quien dicte la solución en función de sus intereses en Madrid. En el PP comparten esta idea y Pablo Iglesias llegó a Euskadi a decir más o menos lo mismo, que si Sánchez lo necesita dejará que haya un gobierno de izquierdas con Bildu. Solo a Arnaldo Otegi se le ha escuchado decir que todo son elucubraciones interesadas y que el pacto entre PNV y PSE seguiría en pie si la suma de ambos es suficiente.

Acuerdo previsible

Entre los nacionalistas y el PP extienden la idea de que el PSE hará lo posible por mantenerse en el poder "como sea" porque Sánchez lo necesita "por imagen" y porque después de unos años en el Gobierno tienen a demasiada gente "colocada" en las instituciones que tendría que irse a casa. No es muy distinto a lo que le ocurre al PNV. Salir de Ajuria Enea supone perder poder frente a otro rival soberanista, el peor que pueden tener, pero también un golpe para todas las personas que trabajan allí.

A su favor tienen que el sistema político vasco no permite el bloqueo de la investidura, puede salir con una mayoría simple un lehendakari del PNV que más adelante tenga que echar mano de la geometría variable y pactar a izquierda o derecha, con el PP o con Bildu, cada proyecto. Lo que sí llegará con las urnas es una renovación de los parlamentarios, todos los partidos llevan consigo caras nuevas y dejan fuera a personas que forman ya parte de la historia política del País Vasco, como los jeltzales Iñigo Urkullu, Josu Erkoreka o Joseba Egibar; los socialistas Idoia Mendia, José Antonio Pastor o Iñaki Arriola, y el popular Carlos Iturgaiz.