Tras el primero de los partidos de España en esta Eurocopa tan loca y descentralizada, juro por mis hijos que pensé que me había gustado cómo había jugado España, que odiaría tener que ser hincha de un equipo tan cutre como Suecia, y que solo la mala suerte había impedido a los jóvenes de Luis Enrique ganar de calle un partido que dominaron totalmente. Sí, es cierto: Morata falló una ocasión clara. Suficiente para que en la práctica totalidad de los análisis periodísticos y radiofónicos se destilara un cierto pesimismo a pesar del buen juego creado y se dictaran ya algunas sentencias: a este equipo le faltaba gol, y nadie entendía por qué no mandaba al nueve de la Juve al quinto anfiteatro y ponía a jugar a Gerard Moreno.

Así que al día siguiente, tras leer la prensa deportiva nacional, oír varios carruseles y ver otros tantos chiringuitos, donde dije digo, digo Diego, me autoconvencí de que España era un equipo pueril, incapaz de meter un gol a la puerta de Alcalá, y (ya que estamos) que sin jugadores del Madrid no podía aspirar a casi nada. Así que España se encaramó al desastre absoluto tras empatar con Polonia. La primera parte no estuvo mal, pero la segunda no jugó a nada y Lewandowski (un don nadie, como todo el mundo sabe) nos marcó un gol. Así que ya no éramos poco fiables solo en la delantera y ni chicha ni limoná en el centro del campo, sino que tampoco defendíamos muy allá. Acabáramos.

Total, que llega el tercer partido y a Eslovaquia le metemos cinco. Pero pronto los finos analistas nos vienen a decir que casi, casi, que da igual: si total son una banda y nos han regalado el partido. Y Morata un gol en tres partidos, qué barbaridad, a dónde vamos a llegar, no sé cómo no abandona ya la concentración. O sea, que los seguidores fieles de la selección esperábamos a los croatas con más miedo que vergüenza, imaginando que nos pasarían a cuchillo a la menor oportunidad, rapando las cabelleras y paseando nuestras cabezas cortadas por las calles de Zagreb, a su vuelta. Pero no, qué va: que resulta que metemos otros cinco (y qué cinco) en uno de esos partidos imposibles de olvidar y que forman el carácter de los equipos, con Morata en plan 'superstar' defendiendo, robando, desmarcándose y marcando un golazo estratosférico.

Todavía hay algún cronista que dice que España hizo mal algunas cosas, pero ya cambiaron las tornas: Morata ya la mete, y Luis Enrique es hasta elegante. Pocas veces como esta se demuestra la importancia de que tu jefe te respalde cuando caigan chuzos de punta y que no se deje llevar por el ruido que montan los que nunca pierden, pase lo que pase. Si alguien no sabe lo que significa 'management', que sepa que es lo que ha hecho el asturiano con su grupo de futbolistas hasta ahora. Y menos mal que nos faltaba gol, que si no…