El Periódico de Aragón

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Fin de fiesta: Opinión

El análisis de Carmelo Moya: Una feria del Pilar indefendible

Jardinero, de Los Maños, candidato a mejor toro de la feria. Jaime Galindo

La feria taurina del Pilar 2022 ha arrojado un resultado a la altura de sus expectativas. Escasas.

En el acto de presentación en los salones de la Diputación Provincial a un mes vista de su inicio ya se pudo adivinar el descontento de los clientes más fieles. Entonces la empresa pidió paciencia, un margen de crédito y esperar al final de la misma para hacer una evaluación ajustada. ‘Zaragoza por el protagonista de la fiesta ¡El toro!’ rezaba su 'claim' publicitario, la idea-fuerza. Faltando toreros de interés se agarraron al toro como a un clavo ardiendo y el chasco ha sido inocultable.

Más allá de una abultada ausencia de toreros de la cabecera del escalafón: Roca Rey, Emilio de Justo, Juli, Aguado, Ortega, Rufo... arrastrado el último toro puede afirmarse que ha transcurrido de fiasco en fiasco y que, conforme avanzaban los días, todo ha evolucionado a peor a pesar de giros de última hora.

La elección del ganado (uno de los ejes del invento) ha resultado realmente pésima. El desastre de la corrida concurso de ganaderías es un claro ejemplo: hasta 20 toros hubieron de pasar por los corrales para sacar seis de los que, además, dos fueron devueltos en el ruedo. Seis han visto el pañuelo verde (amén de otros salvados in extremis), un alto índice para tan solo una semana de festejos.

La política posibilista en lo económico de la empresa ha echado sobre los hombros de ciertos ganaderos durante toda la temporada la responsabilidad de su múltiple presencia. Hermanos Boyano ha lidiado 18 ejemplares (seis en la clase práctica de abril, seis en la novillada sin picadores de preferia y otros tantos en la novillada picada); Antonio López Gibaja ha aportado 14 reses; El Pilar 16 (una clase práctica, una corrida completa, un toro para la concurso y tres sobreros los días 11, 13 y 15).

Desde la corrida concurso del día 9 cada jornada ha tenido su batalla en corrales, más tensa conforme pasaban los días. Las palabras conciliadoras han ido dando paso a los gestos agrios y estos a cotas verbales de alta tensión en un triángulo empresa/apoderado/autoridad.

El trasiego de camiones ha sido incesante y lo que es peor, han llegado demasiados toros que ni siquiera daban el peso mínimo reglamentario. Eso, traducido al español lo denominaríamos falta de profesionalidad, o trágala, al poner a los equipos gubernativos a los pies de los caballos. ¿Creían que la policía iba a saltarse la ley?

Si la corrida de Vellosino fue reemplazada en su totalidad y con urgencia por una impresentable de El Risco, capítulo aparte merece la del sábado, en riesgo cierto de suspensión y que se sacó adelante de forma milagrosa. No hay que olvidar que el festejo era televisado y que, por ello, se negociaba a cuatro bandas. Si llega a suspenderse, el petardo hubiera sido fatal y el mensaje proyectado, sonrojante.

Al rescate del toro han aparecido dos familias: los Fraile de Salamanca con la corrida de El Pilar, de muy alto nivel en conjunto y con un gran toro de vuelta al ruedo, Sospetillo, y la aragonesa de Los Maños, también muy completa y ya patrimonio protegido aragonés. Como la longaniza de Graus, la trenza de Almudévar, el jamón de Teruel. Su toro Jardinero también mereció la vuelta al ruedo.

Once orejas han cortado (Ferrera y Ginés Marín dos a un toro, con puerta grande), el resto, una por novillo para Víctor Hernández, una por toro para José Garrido y el resto para Escribano, Morante, Urdiales. En la de rejones, Ventura (con cuatro y rabo, virtual triunfador del ciclo), Fernandes y Pérez Langa con una.

La asistencia de público, la mayoría de los días en correspondencia con el atractivo del cartel, excepto el «no hay billetes» de Morante, Urdiales y Talavante, el lleno aparente de la de rejones y la aceptable del sábado, ha sido demasiado escasa. ¿Cómo si no?

En cuanto a los toreros, la primera gran alegría (tres orejas), un terremoto, fue la actuación del becerrista de Villamayor Fran Fernando el fin de semana de preferia. Tres orejas y una sensación magnífica. Aarón Palacio, otro de casa, también estuvo a la altura pero sin semejante rotundidad.

De la puerta grande de Antonio Ferrera frente a Sospetillo de El Pilar, casi todo el mundo habla más del toro. Como aficionado es de una oreja, desde el palco de dos porque el público la exigió. La de Ginés Marín quizá como premio conjunto.

Talavante sigue buscándose, mal; Escribano a buen nivel; Garrido (una y una) sumó doble premio con momentos aislados sin ser rotundo. David Galván y Juan Leal no justificaron la doble comparecencia en la temporada.

El verdadero flotador de la feria han sido los festejos populares. Con una organización y desarrollo impecables, las ganaderías han mostrado un magnífico nivel. Se echó de menos la presencia de los Hermanos Mailyn.

Desbordante la asistencia de público que asegura un importante colchón económico para lo de la tarde, ya va siendo hora de que esta plaza tenga un reconocimiento a las peñas que cada día alimentan esta tradición de la que Zaragoza puede presumir mundialmente. No sé si una estatua al peñista sería colocarla a la altura de la de Goya pero urge un testigo categorizado a la generosidad de las peñas de y con Zaragoza. Manos a la obra, presidente Sánchez Quero.

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