Estados Unidos ha suspendido la emisión de visados de no inmigrante para los ciudadanos rusos, tres semanas después de que el Kremlin ordenara reducir el personal de la misión diplomática estadounidense en Rusia de 1.200 empleados a 455. La medida deja temporalmente cerradas las fronteras estadounidenses a los empresarios, los turistas y los estudiantes rusos, en una vuelta de tuerca más en la guerra diplomática que ambos países mantienen abierta desde que Washington acusara al Gobierno eslavo de interferir en sus elecciones. Las relaciones entre los dos grandes rivales de la guerra fría viven probablemente su peor momento desde la caída del Telón de Acero pese a las intenciones de Donald Trump de acercarse a su admirado Vladímir Putin.

La emisión de visados se reanudará a partir del 1 de septiembre, pero según las autoridades estadounidenses el número de documentos procesados se reducirá significativamente a partir de entonces. «Nuestra capacidad para hacer entrevistas en el futuro se verá enormemente diezmada porque hemos tenido que reducir mucho nuestro personal para cumplir con los requerimientos del Gobierno ruso», ha dicho la embajada estadounidense en un comunicado. Además, solo se mantendrá operativo para la emisión de visados el consulado en Moscú, lo que obligará a miles de ciudadanos a viajar hasta la capital. Hasta ahora también podían hacerlo en San Petersburgo, Vladivostok y Ekaterimburgo.

El año pasado los rusos recibieron 190.000 visados de no inmigrante para viajar a EEUU, según el Departamento de Estado, un 18% más que el año anterior. «La decisión rusa de reducir la presencia diplomática estadounidense pone en cuestión la seriedad rusa para mejorar las relaciones», dijo la embajada para justificar la medida. El anuncio ha soliviantado al Kremlin. Su ministro de Exteriores, Sergey Lavrov, ha dejado la puerta abierta a nuevas represalias para contestar a la iniciativa de la Administración Trump. «Ya veremos qué hacemos. Solo puedo decir una cosa: no castigaremos a los ciudadanos estadounidenses».

El baile de represalias diplomáticas comenzó a finales de diciembre, cuando el entonces presidente Barack Obama ordenó la expulsión de 35 diplomáticos rusos tras acusar a Moscú de haber interferido en las elecciones estadounidenses. Putin se abstuvo de responder inicialmente, como le pidió el defenestrado asesor de seguridad nacional de Trump, Michael Flynn, en las polémicas conversaciones que mantuvo en diciembre con el todavía embajador ruso en Washington, Sergey Kislyak. Pero su postura cambio después de que el mes pasado el Congreso aprobara un nuevo paquete de sanciones contra diversos altos funcionarios del Kremlin. Fue entonces cuando ordenó reducir en más de la mitad la presencia diplomática estadounidense en su país.