La incertidumbre se instala en Túnez. Después de que el presidente Kais Saied decidiera detener la actividad parlamentaria y cesar al primer ministro, el mandatario ha rechazado las acusaciones de “golpe de estado”. A su vez, las figuras de la oposición se han mostrado dispuestas a celebrar elecciones anticipadas para proteger la democracia y evitar un régimen autocrático. En las calles, la polarización aumenta. Una parte de la población ve a quién se vendió como un líder anticorrupción como un inminente dictador. Por otro lado, otros celebran su decisión con tal de poder avanzar en el camino revolucionario. 

Gritos de júbilo vociferan los manifestantes que ondean banderas tunecinas. Ven que, por fin, Saied ha desechado bajo el mandato de la revolución iniciada en el 2011 a líderes políticos que llevaban años instalados en el poder. En la misma plaza, cientos de personas hacen una sentada en defensa de la constitución. “Hemos tomado estas decisiones hasta que la paz social regrese a Túnez y hasta que salvemos al estado”, dijo el presidente el domingo en referencia a las protestas por la crítica situación económica y sanitaria en el país. 

Elecciones anticipadas

Para destituir a ministros y funcionarios, Saied ha invocado el artículo 80 de la constitución, alegando que “el mayor peligro que puede enfrentar una nación es una explosión interna”. El presidente ha insistido que sus acciones están en consonancia con aquello dictado en la Carta Magna. Pero la ausencia de un Tribunal Constitucional, una de las principales promesas incumplidas de la revolución por infinitud de obstáculos políticos, arrebata la posibilidad de evaluar si las circunstancias eran adecuadas para invocar el artículo 80. 

A su vez, el primer ministro destituido, Hachem Mechichi, se ha puesto a disposición del presidente en este nuevo rumbo que ha decidido tomar. “Con tal de preservar la seguridad de todos los tunecinos, me alineo, como siempre he hecho, con el pueblo y declaro que no tomaré ninguna responsabilidad ni posición en el Estado”, ha publicado en Facebook. El partido islamista moderado Ennahda tachó de “golpe contra la democracia tunecina” la decisión de Saied pero se ha puesto a su disposición para preservarla. Por ello, se ha mostrado preparado para celebrar elecciones anticipadas que eviten la deriva autocrática.

Toque de queda

Bajo el pretexto de su preocupación por la violencia pública, el presidente tunecino ha impuesto un toque de queda en todo el país de 19:00 horas a 6:00 horas durante un mes. También ha prohibido las reuniones de más de tres personas en lugares públicos. Saied fue elegido en el 2019 durante el segundo voto presidencial libre en la historia del país tras dos décadas de dictadura de Ben Ali. Percibido como un peculiar político incorruptible, la sociedad tunecina puso sus esperanzas en él para concretar la revolución iniciada ocho años antes.

Desde Estados Unidos, el secretario de Estado, Anthony Blinken, habló por teléfono con Saied y le animó a “adherirse a los principios de democracia y derechos humanos que son la base del gobierno en Túnez”, según el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price. “Llamamos a todas las partes a ejercer moderación, evitar la violencia y asegurar que la situación se mantiene en calma. Todas las disputas y desacuerdos deben resolverse con diálogo”, se ha pronunciado Farhan Haq, portavoz de Naciones Unidas. También Josep Borrell desde la Unión Europea ha pedido el “restablecimiento de la estabilidad”. 

Fragilidad política y económica

Túnez es conocido como el único caso de éxito de la Primavera Árabe. Pero la llegada de la democracia se ha traducido en una fragilidad política y económica y la ausencia de gobernantes fuertes. Además, a principios de este año, otra generación salió a las calles para protestar contra la violencia policial y la devastación que la pandemia provocó en una economía ya débil. Con solo el 7% de su población vacunada, la sociedad tunecina sufre sus meses más letales en los hospitales. 

Más de 18.000 personas han muerto en este país de 12 millones de habitantes en una pandemia que ha arrasado con los servicios sanitarios y con la vital industria del turismo. El caos provocado por el lanzamiento de la vacuna la semana pasada y el aumento de casos llevó a Saied a entregar al ejército el control de la respuesta al coronavirus, hasta ahora en manos del Ministerio de Salud. Este gesto lanzó a una población enfadada a las plazas, de donde aún no se han ido.