Primera jornada de protestas en Francia en este otoño marcado por la inflación y la crisis energética. Decenas de miles de personas se manifestaron este jueves en el conjunto del país vecino para pedir aumentos de salario ante la inflación y contra una impopular reforma de las pensiones.

Más de 200 protestas tuvieron lugar en una jornada de movilizaciones convocada por la CGT, FSU y Solidaires —tres de los principales sindicatos galo—, aunque no contó con el respaldo de la CFDT (organización con mayor número de afiliados) ni de Force Ouvrière. Eran unas protestas escrutadas por el Gobierno de Emmanuel Macron, quien confía en que sea un otoño sin grandes protestas en Francia a pesar de que numerosos factores alimentan el malestar.

El país vecino registró en agosto una inflación del 5,9% —la más elevada desde principios de los ochenta, aunque inferior a la media de la Unión Europea—, pero esta no se vio compensada con aumentos salariales de este tipo. El salario mínimo subió un 2,65%, el de los funcionarios un 3% y en el sector privado los aumentos resultaron mucho más modestos.

Más de 250.000 manifestantes

Con proclamas de “Aumentad nuestros salarios en lugar de la miseria” o “Trabajar, trabajar, más allá de la edad de jubilación”, unas 40.000 personas, según las organizaciones sindicales, participaron en la manifestación que recorrió las calles del sur de París hasta terminar en la plaza de la Bastilla. También hubo desfiles con miles de manifestantes en localidades como Marsella, Nantes o Caen o Rouen. En todas ellas predominó un ambiente festivo y sin grandes disturbios, como los que caracterizaron la revuelta de los chalecos amarillos. La jornada tuvo un seguimiento correcto —la CGT anunció más de 250.000 manifestantes en todo el país—, pero lejos de las multitudinarias protestas en el invierno de 2019/2020, en que millones de franceses salieron a la calle contra la reforma de las pensiones.

La pandemia del covid-19 ha sido como un somnífero para la bulliciosa sociedad gala. Desde entonces, sindicatos y movimientos sociales no logran movilizar de manera multitudinaria en un país en que se sucedieron numerosas protestas entre 2018 y 2020, como los chalecos amarillos, protestas sindicales, marchas por el clima, feministas… Macron quiere aprovechar la actual coyuntura de desmovilización para aprobar antes de final de año una reforma de corte neoliberal del sistema de jubilación, que alargará hasta los 65 años (con 43 cotizados) la edad mínima. También tiene en la rampa de salida otra controvertida medida que recortará las indemnizaciones de los desempleados durante los periodos de crecimiento económico.

Rechazo a la reforma de las pensiones

“Al presidente le da igual la movilización, lo único que le interesa es aplicar su programa a pesar de haber sido elegido en malas condiciones (en una segunda vuelta ante la ultraderechista Marine Le Pen), con una abstención récord y sin adhesión a su proyecto”, lamentó Olivier, presente en la manifestación en París, en declaraciones a Libération. “No queremos negociar el retraso de la edad de jubilación”, advirtió Philippe Martinez, secretario general de la CGT, quien cuestionó la supuesta voluntad del Ejecutivo de negociar con los sindicatos. “Si es para decirnos esto es lo queremos y ahora hagan lo que decimos, no seguiremos mucho tiempo alrededor de la mesa”.

Solo el 21% de los franceses respalda el hecho de alargar la edad mínima de jubilación más allá de los 62 años, según un sondeo reciente. A pesar de ello, el Ejecutivo macronista quiere aprobar esta medida antes del invierno, y eso que no dispone de la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Macron advirtió que está dispuesto a disolver el Parlamento si se aprueba una moción de censura para frenar la reforma. “Si toda la oposición se une para adoptar una moción de censura y hacer caer el Gobierno, dejará en manos de los franceses y las francesas decidir qué nueva mayoría quieren”, afirmó el ministro de Trabajo, Olivier Dussopt, en la cadena LCI.