Empresa en apuros

China investiga al presidente de la inmobiliaria en crisis Evergrande

La compañía suma dos años achicando agua para evitar una liquidación que, con un pasivo de 300 mil millones de dólares (casi 280 mil millones de euros), no parece improbable

Xu Jiayin, presidente de Evergrande.

Xu Jiayin, presidente de Evergrande. / CHINA STRINGER NETWORK

Adrián Foncillas

Evergrande fue la segunda inmobiliaria china hoy es la primera en deudas del mundo, coquetea con la liquidación y acumula noticias inquietantes. La última afecta a su fundador y presidente, Xu Jiayin, investigado por la policía y sometido a “vigilancia residencial” en un lugar no aclarado, según la agencia estadounidense Bloomberg. Los problemas de Evergrande sintetizan los de un sector que empujó a la economía nacional en las décadas gloriosas y ahora la lastra. 

La vigilancia residencial es un mecanismo habitual en China en los albores de una investigación. No implica que Xu haya sido ya detenido, arrestado ni imputado pero impone restricciones de movimiento y de comunicación. La compañía no ha confirmado la noticia pero medios de prensa han corroborado que Xu no ha contactado con sus empleados en semanas.

No es el primer problema legal de la empresa. Varios directivos de Evergrande Wealth, la filial que gestiona el patrimonio, fueron detenidos semanas atrás por la policía de la ciudad meridional de Shenzhen, aunque la compañía se apresuró a aclarar que no afectaría a sus operaciones. En agosto se supo que Hengda Real State, la principal unidad del grupo en la China continental, estaba siendo investigada por la Comisión Reguladora del Mercado de Valores por presuntas violaciones en la divulgación de información. La operación policial provocó el enésimo derrumbe bursátil de la compañía y le impidió sacar los bonos con los que pretendía aliviar su desesperada situación financiera. La ofensiva sugiere que Pekín ve en el desaguisado algo más que incompetencia.  

La compañía suma dos años achicando agua para evitar una liquidación que, con un pasivo de 300 mil millones de dólares (casi 280 mil millones de euros), no parece improbable. Sus tozudos intentos de reestructuración no han funcionado y ha cancelado las últimas reuniones con acreedores por su falta de efectivo. En marzo informó de su plan para solventar su deuda offshore a cambio de pagarés con distintos vencimientos. Esta semana incumplió el pago de bonos internacionales por valor de 83,5 millones de dólares y en el horizonte próximo asoman otros compromisos. Un deudor internacional ya planea pedir su liquidación a la justicia si en octubre no ha presentado una hoja de ruta verosímil, informaba ayer la agencia Reuters.  

Los aprietos de Evergrande sintetizan los del sector. Xu, criado por su abuela en la rural provincia de Henan, fundó la compañía en 1996 en la boyante costa oriental. Compró terrenos con préstamos, vendió viviendas sobre el plano y con los ingresos sufragó nuevos proyectos. Ingresó en la Conferencia Consultiva de la Asamblea Nacional Popular, uno de los cuerpos políticos más prestigiosos, se convirtió en la mayor riqueza del país y compró el equipo de fútbol de Guangzhou, que dominó durante años el campeonato nacional con sus fichajes millonarios. 

Endeudamiento y covid

La fórmula funcionó durante décadas gracias al veloz proceso urbanizador, una pujante clase media que veía en el ladrillo su inversión más segura y crecimientos económicos deslumbrantes. Los límites crediticios impuestos a las inmobiliarias aprobados en 2020 por Pekín para embridar el endeudamiento masivo y la desaceleración provocada por el covid truncaron el negocio. Evergrande incumplió por primera vez sus pagos un año después y la publicidad negativa arruinó las ventas futuras. Ahí nació una crisis inmobiliaria que aún perdura y que ahora amenaza a otros gigantes del sector como Country Garden.  

El cuadro inquieta a un gobierno que prioriza la estabilidad social: unos inversores que ven cómo el precio de sus propiedades se derrumban y otros que ni siquiera saben si recibirán las viviendas por las que ya pagaron. La crisis ha empujado a Pekín a moderar sus políticas restrictivas en los últimos meses permitiendo al sistema financiero estatal abrir líneas de crédito a las constructoras en dificultades.