La construcción de la depuradora de aguas residuales de Grisén ha finalizado este mes de septiembre y la planta se encuentra en periodo de pruebas. La empresa adjudicataria de la obra se encargará de su mantenimiento por un espacio de 20 meses, y luego pasará a depender del Instituto Aragonés del Agua, que ha subvencionado los trabajos con una inversión superior a los 300.000 euros.

La instalación de una depuradora en la localidad ha sido un proyecto del Ayuntamiento de Grisén que ha durado siete años, y que impulsó el anterior alcalde Octavio Gaspar. La primera solicitud del consistorio fue denegada porque los terrenos previstos para su construcción se encontraban en una zona inundable. Al año siguiente se volvió a solicitar en otra parcela y fue concedida. Luego el ayuntamiento tuvo que adquirir los terrenos y presentar los diferentes informes tanto al Gobierno de Aragón como a la Confederación Hidrográfica del Ebro para poder sacar la obra a contratación. La pandemia también supuso una demora en la tramitación de la documentación. Finalmente la obra fue adjudicada con el visto bueno del Instituto Aragonés del Agua, y la construcción comenzó el pasado mes de marzo.

Marcos Lahoz, alcalde de Grisén, señala que la puesta en marcha de la depuradora de la localidad supone un importante beneficio medioambiental ya que, además de limpiar las aguas, no produce contaminación en su funcionamiento. Y también es un desahogo para las arcas municipales ya que, aunque Grisén contaba con unos pozos de decantación, verter aguas al río le suponía una multa de 20.000 euros anuales que se están ahorrando desde que el Instituto Aragonés del Agua aprobó el proyecto. Una vez que la depuradora es una realidad, Lahoz quiere destacar el trabajo realizado por su antecesor en la alcaldía, Octavio Gaspar, que puso en marcha el proyecto.