TRADICIONES

Villanueva de Huerva renueva el vía crucis

La ceramista Ana Felipe Royo ha sido la encargada de renovar las piezas. | SERVICIO ESPECIAL

La ceramista Ana Felipe Royo ha sido la encargada de renovar las piezas. | SERVICIO ESPECIAL / la crónica cronicas@aragon.elperiodico.com

La Crónica

El Ayuntamiento de Villanueva de Huerva ha renovado el vía crucis de la localidad que se encontraba muy deteriorado, financiando el encargo de nuevas piezas artísticas a la prestigiosa ceramista Ana Felipe Royo, cuyo taller se encuentra en el municipio. El 18 de febrero, Ana realizó un recorrido explicando a los vecinos el significado e inspiración de sus bellas obras.

Los vía crucis rurales son una expresión religiosa popular y artística, cuyo origen en Aragón se remonta al siglo XVI aunque es durante el XVII cuando los popularizaron las órdenes franciscanas. En 1742 Benedicto XIV exhortó a todos los sacerdotes a enriquecer sus iglesias con vía crucis y a practicarlo especialmente de manera procesional durante la Cuaresma y Semana Santa. La oración era reparadora y cumplía un beneficio espiritual para los fieles en un tiempo donde crecía la importancia de la religión en todos los aspectos de la vida cotidiana.

La expresión latina vía crucis significa «camino de la cruz», el que Jesucristo recorrió cargado con la cruz hasta el monte Calvario donde fue crucificado. Las estaciones se encuentran en un recorrido de 14 peirones, con hornacinas adornadas de azulejos que representan cada una de las escenas, y rematados por una cruz sobre un tejadillo piramidal. La estación XII (La crucifixión) se destaca con un triple peirón denominado triduo o Gólgata que representan las tres cruces del original Calvario.

Hay razones para pensar que el calvario podía existir en Villanueva desde época barroca. La cercanía del convento franciscano de Santa Catalina (Cariñena) y la presencia en alguna ocasión de fray Pedro Selleras en tierras villanovanas podían ser una pista de ello. Sin embargo, el vía crucis o calvario conocido data del siglo XX, de febrero de 1944.

Ubicado a las faldas del cerro donde se alza la ermita de San Vicente, las 14 cerámicas originales llevaban la firma de López Lloscos y han sido testigo durante años de las procesiones y oraciones.