UN REFERENTE DEL SÉPTIMO ARTE

El cineasta oscense Carlos Saura fallece en vísperas de recibir el Goya de Honor

El altoaragonés, uno de los mejores directores de la historia de España, nos dejó a los 91 años de edad

Carlos Saura con su Goya, días antes de su fallecimiento.   | ACADEMIA DE CINE

Carlos Saura con su Goya, días antes de su fallecimiento. | ACADEMIA DE CINE

La Crónica

El cineasta oscense Carlos Saura falleció el viernes 10 de febrero a los 91 años en Madrid, un día antes de recibir un Goya de Honor en la ceremonia de los premios de la Academia de Cine. Nacido en 1932 en Huesca, Saura es autor de películas míticas del cine español como La caza, La prima Angélica, Cría cuervos y Ay, Carmela.

El cineasta iba a ser distinguido con el Goya de Honor en la gala de entrega de estos galardones en Sevilla por «haber dado forma a la historia del cine español moderno» y por «su extensa y personalísima aportación a la historia del cine español desde finales de los 50 hasta hoy».

Según comunicaron fuentes a la familia de Saura, cuya salud había empeorado en los últimos ocho días desde la caída sufrida en septiembre pasado, el cineasta se pudo despedir de su familia y amigos y lo había dejado «todo organizado» de antemano, porque quería morir en casa.

Por este motivo, y por «expreso deseo» del director, fueron a Sevilla su hija y su hijo, Anna y Antonio para recoger el premio en su nombre. Pese a su estado de salud, Saura estrenó hace solo unos días su última obra, Las paredes hablan, donde reflexiona sobre el origen de la pulsión artística.

Con motivo de este estreno, el aragonés afirmó que lo primero que vio en su vida fueron las películas «de Walt Disney», así como explicó, en referencia a su último trabajo, que «el arte y la creación del arte son parte de la esencia del ser humano, por mucho que pasen los años, por mucho que cambien las épocas o las modas».

Respecto a su recuerdo de por qué decidió dedicarse al cine Saura contaba que en su casa, «en la medida de lo que se podía», se fomentaban las artes porque su madre era pianista, «aunque nunca quiso que ninguno de los hermanos nos dedicáramos a eso porque decía que era muy duro».

«Poco a poco me fui desarrollando como fotógrafo, fui al festival de Granada como fotógrafo oficial y ahí empecé a moverme en el mundillo, pero nunca me hubiera imaginado dirigir más de 50 películas, haber dirigido ópera, teatro, haber hecho exposiciones de fotos, haber publicado novelas… ya se sabe ‘a la vejez, viruelas’», añadió.

El cine español se despide de un cineasta que no hizo cine «para agradar a nadie o para recibir reconocimiento», sino porque le «gustaba», porque pudo contar las historias que se le «ocurrían» y «jugar con la música».

La muerte de Saura, condecorado por ser «uno de los cineastas fundamentales de la historia del cine español», marcó de manera involuntaria la 37 edición de unos premios de los que el altoaragonés podría estar orgulloso. «Cuando me muera, que hagan lo que consideren. De lo que más orgulloso me siento es de mis siete hijos, seis chicos y una chica». Ese era el mayor premio para él.