Joaquín, de 31 años, es uno de los cientos de aragoneses que se quedó atrapado ayer en la A-2. Después de pasar la Nochebuena y la Navidad en Guadalajara por motivos familiares, a las cinco de la tarde inició su regreso a Zaragoza. Ni se imaginaba lo que le esperaba en la carretera.

"A unos 40 kilómetros de Calatayud empezaron las retenciones. De repente estábamos parados y no había manera de avanzar". No tenía cobertura para llamar, pero consiguió enviar un SMS a un amigo, que le informó de los problemas que había en la autovía.

"Además, he consultado con algunos camioneros de la caravana para ver qué pensaban, y me lo han puesto muy negro, así que después de estar casi dos horas para hacer 500 metros me he metido en la primera salida que había, he cambiado de sentido y me voy a quedar en un hotel de carretera para pasar la noche", explica Joaquín.

Lo que más pesó en su decisión fue la situación de la carretera, con mucho hielo. "La verdad es que las condiciones climatológicas son horribles, y por eso he preferido no jugármela". Joaquín conoce muy bien los peligros de esta carretera, ya que su pareja es de Guadalajara y lleva muchos años haciendo esta ruta.

Cuando llegó al hotel (llamado El Aral y situado en Ariza), otros conductores habían tenido la misma idea. "Mientras hablaba con la de recepción, recibió dos llamadas de gente que estaba en la caravana y que quería reservar una habitación, pero se llevaron una negativa porque yo me llevé la última".

Con lo que no contaba era con que se había olvidado las tarjetas de crédito en Guadalajara y en la cartera sólo tenía 20 euros. La cama costaba 35, así que tuvo que negociar con el responsable del establecimiento, que al final accedió a que Joaquín le reembolsará la diferencia en otro viaje y aún le quedó algo para cenar.