Elisa, Lina y Ana María son hermanas y naturales de Colombia, pero sus padres son aragoneses. Victoria es su madre y, junto a su pareja, decidieron adoptar a las tres niñas cuando estas contaban con 5, 4 y 2 años de edad, respectivamente. En su caso, la adopción fue, simplemente, una opción más. "Teníamos muchas ganas de ser padres y adoptar suponía una alternativa a los procedimientos de fecundación", recuerda la madre, que recurrió a los "cauces normales" para sondear sus opciones. "El Gobierno de Aragón, cursillos de la Cruz Roja, tiempos de espera... todo eso formó parte del proceso previo".

Después llegó la hora de elegir el país de procedencia de las que serían sus hijas adoptivas. Escogieron Colombia. "Lo elegí yo. No estábamos casados y tampoco nos llamaba especialmente la atención contraer matrimonio, así que Colombia nos ofrecía un proceso transparente y gratuito", por lo que la pareja solo desembolsó lo necesario para el viaje. "Ahí funcionan bien estas cosas, aunque reconozco que la espera se me hizo eterna".

En su caso, Victoria tuvo que aguardar durante tres años y medio desde que formuló su petición. "Hace seis años de todo eso y confieso que recuerdo esa espera como lo peor de todo esto porque el resto ha sido maravilloso. Nosotros éramos ya una pareja algo mayor y solo queríamos tener hijos....".

A su lado, Elisa, la mayor de las tres hermanas, no dejaba de sonreír. Cartera del colegio en mano, apenas se separó unos centímetros de su madre antes de asegurar que ella también es feliz. "Estoy muy contenta aquí y con familia. Mis padres son muy buenos". La sonrisa se trasladó a su madre que, boquiabierta, no ocultó su emoción. "¿Si ha valido la pena? Más que nada en el mundo".