Por referencias futbolísticas, Xavi e Iniesta, ídolos por su pasión por el Barcelona, por su padre, Sindo Boix, entrenador en el Maella cuando Laura (16-3-1996) empezó a tener el balón como centro de su vida, o por el ejemplo de su hermano mayor, Sergio, portero hasta que las lesiones frenaron su carrera, la actual capitana del Sala Zaragoza estaba predestinada a jugar en los campos grandes. «Pero el fútbol sala tiene algo que te llama, a mí me atrapó y ahí sigo», asegura la jugadora. «Este deporte para mí lo es todo. Desde pequeñita, salía del cole y en lo único que pensaba es en dejar la mochila e irme a jugar».

«Mi familia siempre fue muy futbolera», añade con alegría, sabiendo que su dedicación tuvo mucho de herencia, de aquellos días siendo una niña y que «iba a los entrenamientos del Maella y jugaba con el balón mientras mi padre dirigía al equipo». Ahora, Sindo, lateral antes que entrenador, y toda su familia son sus primeros fans, ya que «en todos los partidos en Zaragoza me vienen a ver, con mis hermanos y con mis sobrinos». afirma la pequeña de la familia Boix.

"Probé un año en el Transportes Alcaine. La primera vez me puse a correr por todo el campo, sin parar, no sabía dónde iba y a los 10 minutos tuve que pedir el cambio, estaba muerta»

Con 8 años le entró ese veneno del fútbol sala, con chicos hasta que con 12 tuvo que empezar a jugar en el Caspe, que sí tenía equipo femenino para llegar a Zaragoza con 18 y probar en el Transportes Alcaine. Allí lo intentó, en la 14-15, en el fútbol grande, como centrocampista. «A mi padre le habría gustado que yo jugara e hiciera carrera ahí, pero bajamos y no seguí», recuerda Laura, sin olvidarse aún de su primera experiencia en un terreno de grandes dimensiones. «Me puse a correr por todo el campo, sin parar, no sabía dónde iba y a los 10 minutos tuve que pedir el cambio, estaba muerta», dice con una sonrisa. «Es que este es un deporte en el que compites en todo momento a máxima intensidad. En el fútbol 11 tienes intervalos de descanso, aquí el esfuerzo es mucho más continuo», añade.

La capitana del Sala Zaragoza, antes de un entrenamiento en el Siglo XXI. ANDREEA VORNICU

El futuro

En el fútbol sala, en el Sala Zaragoza, encontró su sitio, a las referencias de Xavi e Iniesta le añadió la de Anita Luján, «una jugadora que me pareció increíble desde que coincidimos en un torneo». Ese sitio se ha consolidado de la mano de Chus Muñoz, su entrenador en los últimos siete años salvo un breve periodo de cuatro meses en el que estuvo Luis Ángel Corredera. «Chus, lógicamente, es el entrenador que más me ha marcado», argumenta, cerca de cumplir ya los 26 y con una carrera dilatada a sus espaldas, desde el puesto de ala y con el brazalete de capitana que luce «con orgullo, es una alegría enorme llevarlo, al ser el club de mi vida y de mi ciudad». El futuro, Dios dirá, aunque está «a gusto» en el Sala, pero no se cierra las puertas a una salida y probar en otro sitio.

«Esperábamos un año diferente, está claro, al principio éramos más optimistas en los objetivos, aunque ahora la meta única es la permanencia"

Lo dice tras una temporada irregular en el Sala Zaragoza, en la que no han alcanzado los objetivos propuestos. «Esperábamos un año diferente, está claro, al principio éramos más optimistas en los objetivos, aunque ahora la meta única es la permanencia. En esta campaña hubo más cambios, éramos menos novatas y pensábamos que iba a ir mejor, pero no hemos hecho las cosas bien y las lesiones nos han marcado también mucho», sentencia, con la mirada puesta en acabar la temporada logrando la continuidad en la élite del fútbol sala femenino, donde aún queda mucho por recorrer para que se equipare al masculino. «Desde que empecé hasta ahora ha habido un gran cambio a todos los niveles, el fútbol femenino se ha visibilizado, ha crecido, aunque aún queda mucho por hacer y por crecer, todavía más en sala que en fútbol 11, que tiene más repercusión. Espero que dentro de 20 años, cuando vea a las nuevas generaciones, se note más ese crecimiento», reflexiona la futbolista aragonesa.

«El fútbol femenino se ha visibilizado, pero queda mucho por hacer y crecer»

Su vida laboral, tras terminar ya la carrera de Administración y Dirección de Empresas, se encamina a una oposición que quiere empezar a estudiar en breve, pero nunca se separará del fútbol sala. «Cuando me retire no lo dejaré de lado. Me gustaría entrenar, ya lo he hecho con niños hasta el año pasado», indica, justo antes de empezar otro entrenamiento en el Siglo XXI con el Sala Zaragoza, otro día más en el que probar ese dulce veneno que le llamó con fuerza a aquella niña de Maella convertida desde hace años en toda una jugadora de élite.