Ninguna otra atleta española ha participado en más Mundiales de cross (14) que Montse Abelló, una de las pioneras del atletismo femenino aragonés y, seguramente, la mejor fondista nacida en la comunidad aragonesa hasta que irrumpió Luisa Larraga, que ya venía «muy fuerte» cuando reinaba Monste. Y todo en una época difícil para la mujer. «Antes había mucha discriminación, tanto en lo que se refiere a organizadores de las pruebas como en la federación», subraya Montse, cuya mente rescata un recuerdo imborrable. «Una vez, en una concentración, nos llevaron a las chicas a un hotel de 2 estrellas y a los chicos, en cambio, los alojaron en otro de cinco. Tuvimos que luchar duro por la igualdad en todos los aspectos».

Pero Montse pudo con todo. Retirada a los 39 años por problemas físicos, ahora, a los 67, tiene claro que fue feliz. «Miro hacia atrás y veo que la vida me fue muy bien y que la viví justo como me apetecía hacerlo. Felicidad completa. Hice lo que quería hacer y como quería hacerlo, compaginando la familia, el trabajo y el deporte».

El idilio de Montse, una de las decanas del Scorpio, con el atletismo comenzó en el colegio y de la forma más natural posible. «Me gustaba correr», sintetiza la aragonesa, que ya destacaba en carreras  para niños. «En una me quedé la 14ª de 200 niños y Pedro Pablo Fernández se fijó en mí. Me preguntó si quería seguir corriendo y, como me gustaba, le dije que sí, pero ni siquiera sabía lo que era el atletismo», admite.

Luego llegaron los Campeonatos de España escolares, a los 14 años, y el contacto con pruebas como el salto de altura (ganó el bronce alcanzando los 1,35 metros en su primera experiencia con esta disciplina) o los 100 metros vallas. «Me caí en la segunda o tercera valla y llegué a la meta como pude. No era mi prueba», recuerda entre sonrisas. Más tarde, corrió los 600 metros lisos y la cosa se puso más seria. Después de Pedro Pablo, Montse pasó a entrenar con Rafael Cid y más tarde con el fondista Miguel Ángel de Arce. «Entrenaba a un grupo de chicos y me incorporé con ellos tratando de correr a su ritmo. Entonces era impensable que una chica corriera con chicos y había pocas niñas, así que me tocaba hacerlo con veteranos», expone la exatleta.

En un taller de confección desde los 15 años

Pero Montse podía con todo. De hecho, a los 15 años ya había empezado a trabajar en un taller de confección, aunque se vio obligada a renunciar a la Seguridad Social para poder viajar y seguir con su pasión. «Recuperaba luego todas las horas que perdía por esos desplazamientos para competir. Iba a entrenar y luego a trabajar por la tarde. Era duro, pero no un sacrificio porque era lo que me gustaba. Antes, el deporte y la competición eran más sanos que ahora y la mentalidad era distinta».

La aragonesa empezó a buscarse carreras por Manresa, donde surgió un nutrido grupo de deportistas femeninas. «Ahí empecé a ejercitarme en serio y a destacar. La gente se casaba y dejaba las carreras, pero no fue mi caso. Siempre lo tuve claro. Me casé y empecé a entrenar con mi marido. Iba a carreras y normalmente ganaba. Aunque lo principal era que me gustaba, pero también tenía que trabajar porque éramos cinco hermanos de una familia humilde y necesitábamos dinero». 

Tampoco el nacimiento de su primera hija cambió demasiado las cosas. Montse volvió a entrenar al mes del alumbramiento, en septiembre. Y en marzo ya estaba participando en el campeonato del Mundo. «El seleccionador me decía que, si no iba a las concentraciones, tenía que ganarme la presencia en el Mundial en cada carrera y siempre lograba meterme entre las tres primeras». Su último Mundial fue en Aukland, con 38 años.

A la hora de elegir entre fondo y cross, lo tiene claro. «Me gustaba mucho más el cross», aunque su mejor recuerdo es la Milla Ibercaja de Zaragoza. «Venía Maite Zúñiga que había estado en los Juegos, pero la gente me llevó en volandas y gané».