Mujer y deporte

Elena Sanz, la conquistadora de gestas

Esta aragonesa experta en hazañas viene de ser la primera española en el maratón de Sables, una de las pruebas más duras del mundo que recorre el desierto del Sahara durante una semana

Su agudeza visual es inferior al 50% pero ni siquiera eso frena sus ganas de seguir acumulando kilómetros y sueños. «Los ultra trail son una experiencia de vida, te hacen ver la esencia del ser humano», afirma

Elena Sanz, en la calle Alfonso de Zaragoza.

Elena Sanz, en la calle Alfonso de Zaragoza. / LAURA TRIVES

Jorge Oto

Jorge Oto

Aínsa, 66 kilómetros en 2014. Argentina, 105 kilómetros en 2015. Suiza, 55 kilómetros en 2016. Alemania, 101 kilómetros en 2018. 113 más en Francia en 2019, mismo año que la temida Transalpine Run, de 277 kilómetros entre cuatro países: Alemania, Austria, Suiza e Italia. Cerdanya, 94 kilómetros para abrochar un frenético año que daría paso a los 127 kilómetros en Gran Canaria en 2020. 100 más en Francia en 2021 y otros 121 en Italia en 2022. En 2023, 105 kilómetros en Castellón, 62 en Burgos y 170 en Francia en la UTMB (Ultra Trail de Mont Blanc) para culminar semejante colección de gestas con, seguramente, la más dura: el maratón de Sables, una de las carreras más duras del planeta de 253 kilómetros en condiciones extremas en la que fue la primera española clasificada. A eso se añaden unos cuantos maratones más y numerosas pruebas más para una mujer de armas tomar. Una coleccionista de hazañas. Elena Sanz, aragonesa de raza de 46 años, tiene poderes.

No se entiende de otro modo la capacidad de esta zaragozana para enfrentarse a desafíos inalcanzables para el común de los mortales. Ni siquiera la miopía magna degenerativa que padece le aparta de un sueño que comenzó viendo a sus hermanos correr maratones. «Estaba viendo a mi hermano en la maratón de Zaragoza y tuve claro que yo iba a estar en la del año siguiente. Empecé a correr y no duré ni cinco minutos, pero en un año estaba preparada y la completé. A partir de ahí empecé a hacer carrera de montaña y tenía claro que eso me gustaba más que el asfalto, así que hice pruebas cortas hasta llegar a la primera ultra, la del Sobrarbe, de 66 kilómetros», relata Elena, atrapada por un veneno «que ya no sale».

El desgaste «a nivel mental y físico» es enorme, por lo que la aragonesa planea hacer dos ultra cada año: una que le gusta y otra que necesita correr para acceder al sorteo de ese listado mágico de pruebas que tiene pendientes de vivir. «La que más ilusión me hace ahora es la Western States en California. Llevo tres años participando en el sorteo y puedo tardar otros tres en lograr una plaza», dice resignada. 

 La preparación es exigente. Seis días de entrenamiento a la semana, cuidado con la alimentación «aunque debería ser más estricta», admite y, sobre todo, una mente privilegiada para superar momentos «muy duros», como los que sufrió en la maratón de Sables, una de las carreras más duras del mundo que recorre el desierto del Sahara durante 250 kilómetros y 7 días, en la que fue la primera española clasificada. «Lo más duro fue el calor. Tienes que correr durante días bajo temperaturas en torno a 50 grados portando una mochila de 10 kilos en la que debes llevar todo lo que necesitas. Tienes un litro y medio de agua cada 10 kilómetros y 5 más cuando terminas de correr para beber, comer y cenar y llegar hasta el kilómetro 10 el día siguiente, así que no te da ni para asearte», subraya Elena, que reconoce que «momentos duros tienes en cada carrera. De esos en los que dices ‘qué hago yo aquí’ o ‘quién me mandará meterme en esto’, pero dura un día o dos y al tercero ya estás pensando en el siguiente reto».

"Lo más duro fue el calor. Tienes que correr durante días bajo temperaturas en torno a 50 grados portando una mochila de 10 kilos en la que debes llevar todo lo que necesitas. Tienes un litro y medio de agua cada 10 kilómetros y 5 más cuando terminas de correr para beber, comer y cenar y llegar hasta el kilómetro 10 el día siguiente, así que no te da ni para asearte"

Su problema de visión le obliga, además, a extremar las precauciones para evitar accidentes «sobre todo, por la noche. Llevo por ello un frontal súper potente por el miedo a perderme ya que me cuesta identificar las balizas y las señales y necesito tener a alguien siempre a la vista, pero no es fácil», admite la zaragozana, cuya agudeza visual es de un 40% en un ojo y un 30% en el otro, divorciada y madre de dos adolescentes a su cargo, lo que añade brillantez a su estelar hoja de servicios. «Los ultra son una experiencia de vida que me hacen ver hasta dónde soy capaz de llegar y valorar todo lo que tenemos: un baño donde tener intimidad, beber agua del grifo y todas esas cosas que damos por sentadas y que son auténticos lujos. Te hace ver la esencia del ser humano».