La pandemia por covid-19 ha roto la ilusión de numerosas parejas que tenían previsto casarse este año, trastocando sus planes y aplazándolos a una nueva fecha, que en la mayoría de ocasiones se da en el 2021.

Es el caso de la boda de Cristina Ruiz y Miguel Sánchez, dos aragoneses que habían elegido el mes de septiembre y que han decidido posponerla al año que viene. «No tenemos prisa y nos gustaría celebrarla con la mayor normalidad, sin riesgos ni miedos por parte de nadie», comenta la novia. El hotel y el fotógrafo han sido comprensivos con ambos, por lo que aseguran seguir «con más ilusión, más tiempo para hacerla más especial y esperando para poder celebrarla todos juntos sin mantener las distancias».

Las empresas que organizan estos eventos son otro sector damnificado en esta crisis. Los negocios donde se celebran muchas ceremonias han perdido media campaña del ejercicio actual, que arrancaba con fuerza a partir de marzo. En Finca Torre del Pino tenían eventos hasta mediados de noviembre y los que estaban en la agenda entre marzo y junio se han aplazado, la mayoría al año que viene. «Nosotros hasta ahora a todas las parejas, incluso las de septiembre, les hemos propuesto que elijan un plan b para tener la tranquilidad de tener otra fecha, en caso de que luego no se pudiera hacer el evento con normalidad en la suya», explica Marta Bas.

Asegura que esta situación les ha afectado totalmente, «este año no tenemos claro el porcentaje de eventos que vamos a poder hacer, a lo mejor un 15% de los que teníamos programados», lamenta. Cuando se decretó el estado de alarma, en Torre del Pino tenían prevista una boda, que terminó cancelándose el día de antes. En esta finca de San Juan de Mozarrifar tuvieron la primera boda en febrero y a raíz de la pandemia, se han centrado en atender a los novios en la distancia y ofrecerles facilidades.

La empresa Aura, en la capital aragonesa, también sufrió el parón en seco, «con cero ingresos, manteniendo los gastos financieros por la inversión que se hizo en su día y con los empleados en ERTE», según explica su gerente, Iván Acedo. La semana en la que se inició el confinamiento, tenían más de 2.000 comensales y «se nos cayeron en cascada uno detrás de otro», comenta. Si volvieran a trabajar en septiembre con normalidad, habrían perdido media temporada, «y si no se puede en septiembre, habremos perdido el año entero», detalla.

Donde sí se dan el sí, quiero es en las iglesias de la comunidad desde la semana pasada, como ocurrió en la de Santa Engracia, en Zaragoza, el miércoles. La ceremonia, que estaba prevista un mes anterior, tuvo lugar respetando la normativa vigente y se sumó el cuidado con los anillos y las arras, que deben ser manipulados exclusivamente por los novios. Asimismo, en las bodas se procura que se mantenga la prudencia en la firma de los novios y los testigos, y que la gente guarde la distancia física, según explica el párroco Santiago Aparicio.

Además, no se permite tirar ni arroz ni pétalos, con el objetivo de que en el exterior mantengan la lejanía. En esta ceremonia, el sacerdote, los invitados y los novios llevaban mascarilla y estos últimos se la quitaron en el momento del consentimiento.

José Antonio Calvo, delegado de comunicación del Arzobispado, explica que se están celebrando bodas, pero hay quienes la retrasan a partir del mes de agosto y la tendencia más común es dejarla para el 2021.