El pasado año Amelia se jubiló. Llevaba lustros detrás de la barra del bar de Pozondón atendiendo a todos los que por allí pasaban. Entonces, a los vecinos de esta pequeña localidad turolense -en la que apenas viven 15 personas durante todo el año- les invadió un sentimiento de inquietud: ¿Qué iban a hacer sin bar?

En ese momento, el pueblo, con su alcalde, Mario Cáceres, a la cabeza, comenzó una búsqueda contrarreloj para encontrar un sustituto para Amelia. No solo se jugaban quedarse sin la caña del domingo o el café de media tarde, ya que el cierre del bar supondría el fin de otro servicio después de que la tienda del municipio cerrara hace ya casi dos años.

«El pueblo tiene 15 habitantes y la media de edad está en los 60 años aproximadamente. Siendo claros, al pueblo le quedan 15 años de vida. Es así. Estamos en una zona donde vivir es complicado y si desaparece lo más básico, como es tomarte un café con tus vecinos o tener un lugar en el que reunirte con ellos el problema se agrava», asume Cáceres. El pueblo, en plena Sierra de Albarracín, está en una las zonas con una densidad de población más bajas de toda Europa (2,8 habitantes por kilómetro cuadrado).

«Es un círculo vicioso. Si no tienes bar no viene gente de fuera que puedan gastarse dinero. Pero si no hay gente no hay nadie dispuesto a llevar un bar», explica Cáceres. Antes del pasado verano, todo eran conjeturas. La dueña del bar confirmó que se quedaría hasta diciembre, pero no más. Entonces todo eran rumores sobre quién sería el próximo en coger las riendas del negocio. «Me fui hasta Frías de Albarracín para intentar seducir, con muy pocas herramientas, a los que regentaban el restaurante del pueblo. Y funcionó», cuenta el alcalde.

Así fue como llegaron hasta Pozondón Bartolo y Susana. Él, ibicenco, se mudó a la sierra turolense en busca de tranquilidad. «En Frías llevábamos también un hostal con 12 habitaciones. Era mucho trabajo, así que nos lo pensamos y decidimos venirnos a Pozondón. Por el momento, rentable del todo no es. Lo que entra sale, pero lo cierto es que la gente del pueblo se ha volcado con nosotros», explica.

El proceso no fue fácil, pues al tratarse de un local municipal los que se quedaran con el bar tendrían que cumplir toda una serie de condiciones y ajustarse al pliego. «Lo publicamos a nivel nacional, y fueron los únicos que aceptaron», exclama Cáceres.

Ahora, los vecinos de esta pequeña localidad ya tienen bar, y el ayuntamiento ya ha comenzado los trámites para ampliarlo y convertirlo en restaurante. A coste cero para los dueños del bar. «Esperamos que así venga más gente, pero de momento estamos muy agradecidos. La gente ficha en el bar. Cuando vuelven de trabajar todos pasan por allí para verse y comprobar que todos están bien», añade el alcalde. La cuenta atrás contra el abandono sigue en marcha, pero ya tiene un escollo más que superar.