Corría el mes de febrero y nadie se esperaba lo que se nos venía encima. «Fue uno de los mejores meses que recuerdo en años. Las ventas estuvieron muy bien. Parecía que la recuperación de la anterior crisis ya había llegado a los barrios. La gente había acabado de pagar sus deudas, el trabajo crecía y mucha gente comenzó a respirar. Pero llegó la pandemia». Este cruel relato pertenece a María José Palú, dueña de una tienda de ropa de tallas grandes en el barrio de Las Fuentes y miembro de la asociación Yo compro en Las Fuentes. Y no lo cuenta apenada, sino casi riendo. «Reímos por no llorar. Siempre he sido muy optimista, pero lo cierto es que el panorama pinta muy mal».

Desde la Federación de Empresarios del Comercio y Servicios de Zaragoza (ECOS), avalan la sensación de pesimismo. «A nivel nacional estimamos que un 20% de los comerciantes tendrán que cerrar. Ha sido un verano muy malo», explica José Antonio Pueyo, presidente de esta organización. En las tiendas de vestido, calzado y complementos las rebajas tampoco han ayudado a paliar la crisis. «Las ventas han caído en un 15% en este sector. En alimentación y tiendas de electrodomésticos ha ido algo mejor, pero las ventas están cayendo globalmente», comenta Pueyo.

La principal solución (y única, parece ser) pasa por que la pandemia remita. «Las ayudas de las instituciones están bien, pero si el coronavirus persiste la gente se seguirá quedando en casa y no gastará», añade el presidente de ECOS. «Soy optimista, de todas formas. No podemos ir mucho a peor. Poco a poco mejorará», sentencia.

Tras el confinamiento, han sido varios los índices y estudios que han apuntado a que el comercio minorista está resistiendo bien la crisis generada por el covid-19. Sin ir más lejos, el Instituto Nacional de Estadística hizo públicas unas cifras el pasado viernes que reflejaban que estos negocios habían aumentado su facturación en un 1,1% en el mes de julio, a pesar de que la variación interanual sigue siendo negativa (un 3,7% menos). En mayo, muchos comerciantes se subieron al carro del optimismo al ver que la gente, después de dos meses encerrada, respondía a su llamada, pero la alegría duró poco. Ahora, a pie de calle, de poco sirve la estadística, pues los tenderos de barrio están hartos de repetir que la situación es -y será-, «horrenda».

«Cuando acabó el confinamiento nuestros clientes habituales se volcaron. En mayo las ventas fueron muy bien. La gente compraba cosas que no necesitaban solo por ayudarnos. En junio la cosa se ralentizó. Y julio fue horroroso», explica Palú. Ella se decidió a cerrar en agosto, lo que según su punto de vista le ha merecido la pena. «Muchos decidieron permanecer abiertos para compensar los meses en los que estuvimos cerrados obligatoriamente, pero no han vendido casi nada». asegura. En su asociación, de los más de 20 miembros que la forman, «unos diez» tendrían que cerrar si la situación no mejora rápido, informa Palú. «En 17 años que llevo abierta, ha sido de los peores veranos que recuerdo», añade.

En otro de los ejes comerciales y referentes tradicionales del negocio de barrio, la calle Delicias, la situación se repite. Algunos optan por no hablar. «Qué te voy a contar. Estoy mirando locales para irme de esta calle...», decía el dueño de una tienda de bolsos. Cerca, Ignacio, propietario de la mercería Ancla, tampoco daba ayer señales de optimismo. «Abrimos en agosto y para lo catástrófico que ha sido todo sigo aquí. Bien no estamos, pero seguimos respirando. Pero vamos, ya he perdido el norte, no sé que decirte ni qué esperar», comentaba el hombre, que estaba desenvalando cajas con ropa de la temporada de otoño.

Ninguno de los tenderos consultados respondía con alegría. Pilar Tena, propietaria de dos establecimientos en los que vende perfumes, explicaba que van a tener que «mandar» a tres trabajadoras «al ERTE» para poder sobrellevar el panorama. «Hasta ahora hemos aguantado tirando de recursos propios. Yo he cubierto las bajas y las vacaciones de todas las empleadas, pero la cosa está fatal. Las ventas no han incrementado, estamos en declive. Tampoco han llegado clientes nuevos», decía Tena. La opción de cerrar, si el temporal no amaina, la tiene presente.

Ni los comercios de alimentación sobrellevan el golpe: «La gente sigue comprando en las grandes superficies. Aquí vienen a comprar artículos sueltos o cosas que se han olvidado. Y encima te lo dicen. ‘Es que acabo de hacer el pedido a Mercadona y me he olvidado de las magdalenas. Dame un paquetico’, me dicen algunas clientas. Se tienen que dar cuenta que los que hemos estado al pie del cañón durante todo este tiempo hemos sido nosotros. La gente se tiene que concienciar y comprar en el pequeño comercio», pedía Rosa María Vicente, de la tienda A tu gusto y bon appéttit.