Como dice aquí al lado don Juan Alberto Belloch, la ciudadanía ya está harta de palabras y sólo atiende al lenguaje de los hechos. Estamos de acuerdo (otro gallo cantaría si hablásemos de la transición de Zaragoza del provincianismo al europeísmo, que ahí veo muy optimista por la parte que le toca al señor alcalde). Pero la cuestión ahora es que llevamos a las espaldas tantos años de falsas promesas, mixtificaciones, embustes y cortinas de humo, que la opinión pública zaragozana (y la aragonesa en general) de puro escamada corre el riesgo de no fiarse de nadie ni captar la importancia de los acontecimientos actuales o próximos. Y semejanta suspicacia tampoco es buena ni operativa.

Todavía hay mucha gente que tiene dudas sobre si el trasvase dejará de atormentarnos definitivamente. Y en buena medida ello se debe a que algunos comentaristas y algún medio de referencia todavía hablan del PHN derogado (o escriben sobre él) como si fuera una abstracción, una amenaza global (la misma que soportamos durante cuarenta años), y no el proyecto concreto de un partido (el PP) y de un Gobierno (el de José María Aznar). Con el fin de aliviar de responsabilidades a la derecha, lo que ciertos círculos (obviamente conservadores) nos han querido vender es la universalidad política del trasvase, desde la dictadura franquista hasta el jaque mate de Jaume Matas pasando por aquel proyecto instado por Josep Borrell.

Quienes tenemos la memoria viva no hemos de negar esa continuidad de la amenaza a través de regímenes y gobiernos. Pero precisamente por ello tiene más importancia el giro teórico y práctico que inició el PSOE en el 2000, cuando su Ejecutiva Federal rechazó de plano el PHN popular , y que ha culminado en el 2004, cuando el Ejecutivo que preside José Luis Rodríguez Zapatero acaba de borrar el trasvase del Ebro de un sonoro plumazo. Ahí radica el carácter histórico del acontecimiento: no solo en que uno de los dos partidos con posibilidad de gobernar ha abandonado el trasvasismo, sino también en que ha llevado tal decisión a la práctica tras llegar al poder.

Los grandes trasvases (como los pantanos que inundan núcleos habitados) han dejado de estar en la lógica política y científica de hoy. No hay vuelta de hoja. En Aragón y en España sólo el PP sigue sin darse cuenta de ello.