"Intentar contar aquello que hay quienes no quieren que se cuente". Este es el difícil reto de la fotoperiodista Judith Prat, quien destaca la "cascada de violencias" que sufren las mujeres en los conflictos e insiste en la importancia de denunciarlo.

Después de licenciarse en Derecho y especializarse en Derechos Humanos, Prat (Altorricón, Huesca, 1973) descubrió que la fotografía podía ser una herramienta "muy potente" para contar lo que comenzó a ver en sus viajes con organizaciones internacionales, confiesa en una entrevista con Efe.

Desde entonces, ha documentado historias como la del trabajo en las minas de coltán en el este de la República Democrática del Congo, la de los estragos la guerra de Yemen o la de los refugiados sirios que viven en los países vecinos. En 2015, fue una de las primeras profesionales que tuvo acceso a los testimonios de mujeres secuestradas por el grupo terrorista Boko Haram en Nigeria.

- Parece obvio que la de fotógrafa en zonas de conflicto es una profesión difícil.

- Sí, hay un riesgo añadido a la dificultad de contar.

- Y en su caso, como mujer, ¿existe otro riesgo añadido?

- Las mujeres en general en todo el mundo tenemos un peligro añadido porque hay una violencia específica dirigida a atacarnos exclusivamente a nosotras, que es la violencia machista. Es un peligro añadido y, por tanto, una dificultad añadida. Pero yo tengo que decir que jamás he dejado de hacer un trabajo que quisiera hacer por el hecho de ser mujer.

- ¿Puede el hecho de ser una mujer fotógrafa ayudar en ciertos trabajos?

- Sí, hay temas que es más fácil tratar siendo mujer. Por ejemplo, acercarte a según qué mujeres en según qué contextos. Probablemente, es mucho más fácil para mí empatizar con ellas o que ellas se abran que con los compañeros. Así que sí, creo que también tiene algunas ventajas en la profesión.

- ¿Hay más fotógrafos en los conflictos que fotógrafas?

- Hay muchas mujeres en el mundo del fotoperiodismo haciendo trabajos muy interesantes en todo tipo de escenarios. El problema es que nuestros trabajos tienen mucha menos visibilidad, como ocurre en otras muchas profesiones. El fotoperiodismo no es ajeno a lo que ocurre a nivel social con la mujer.

- En su web explica que las pequeñas historias de personas anónimas nos pueden contar muchas veces cómo es el mundo en el que viven es realmente. ¿Nos puede dar un ejemplo?

- Por ejemplo, la historia de una mujer secuestrada por Boko Haram en Nigeria es tristemente la historia de muchas de ellas. Nos cuenta lo que está ocurriendo en estos momentos, pero nos cuenta también lo que las mujeres sufren en los conflictos en todo el mundo. Esa violencia sexual como arma de guerra y violencia añadida que tienen que soportar.

- En 2015 partió para Nigeria para documentar la actividad de Boko Haram. ¿Qué le llevó a trabajar ese tema?

- Decidí ir al noreste de Nigeria porque me llamaba mucho la atención por qué en la primera potencia económica de África había surgido un grupo yihadista como Boko Haram. Me encontré con que controlaba en Nigeria un territorio similar al de Bélgica y que se estaba produciendo algo que el Gobierno nigeriano hasta entonces negaba: los secuestros masivos de mujeres.Mientras estaba documentándolo se produjo en la zona un rescate por parte del ejército y tuve la oportunidad de entrevistarlas. Fue muy revelador porque era una de las primeras veces que escuchábamos el testimonio de cómo era el cautiverio en manos de Boko Haram.

- ¿Qué supuso para usted?

- Fue realmente impresionante conocerlas y conocer de primera mano esas violencias que sufren las mujeres en el conflicto. Una triple violencia: la violencia general del conflicto, la violencia sexual como arma de guerra y el estigma que sobre ellas pesa por haber sufrido este tipo de violencia. Por otro lado, nos encontramos con violencias mucho menos obvias, pero que tienen una repercusión enorme. Por ejemplo, en el norte de Nigeria Boko Haram solía secuestrar a niñas en las escuelas, por lo que la inmediata reacción de las familias fue sacarlas de allí. La consecuencia es toda una generación que no va a poder ir al colegio y eso las aboca todavía más a la pobreza. Hay una cascada de violencias que sufren las mujeres en los conflictos y creo que es muy importante denunciarlo y contarlo.

- ¿Cómo afronta experiencias tan duras como esa?

- En realidad, lo que es duro es la vida de las personas locales en esos escenarios de conflicto; nosotros estamos allí porque queremos. Pero el momento más frustrante es la vuelta a casa: tú vuelves a tu vida cómoda y feliz, pero detrás queda mucha gente que has conocido, personas que te han contado su historia y que sabes que se quedan en una situación muy complicada.

- ¿Y qué es lo mejor que le aporta su profesión?

- Lo más bonito que me ha dado el fotoperiodismo es la cantidad de personas y de lugares que he podido conocer: me han contado su historia y me han abierto las puertas de su casa.

- ¿Hacia dónde apuntará el objetivo próximo de su cámara?

- Fui a Yemen en abril del año pasado y me gustaría volver. Es una guerra que ha entrado ya en su cuarto año y que está causando estragos entre la población civil. Y todo eso frente a bloqueo absoluto a la prensa internacional. Por otro lado, estoy haciendo un proyecto más a largo plazo en torno a los conflictos con la tierra y las violaciones de los derechos de los campesinos. Algo que me llevará en los próximos meses a Mozambique, Myanmar y Sudán del Sur. Creo que no somos del todo conscientes de la importancia de lo que está ocurriendo en el mundo rural porque lo que está en juego es la alimentación de todo el planeta.