Decía Epicuro que el dolor, si fuerte, breve, y si leve largo, pero los dolores de cabeza del Rey están siendo demasiados prolongados y serios como para ignorarlos. El muy epicúreo Juan Carlos ha vivido muchos años sin problemas, gozando de buena salud y de un país respetuoso con su figura, pero esas hedonistas sensaciones han debido quedar atrás, casi olvidadas en el palacio de la Zarzuela.

Desde hace algún tiempo, la Familia Real transmite una sensación de decaimiento, de declinación. Los escándalos financieros y familiares han hecho mucho daño y el propósito de SM de no abdicar, de resistir, de perpetuarse, no ha hecho sino acrecer esa impresión. Incluso los conspicuos juancarlistas que hicieron posible la decisión de Franco y la aceptación popular de la fórmula monárquica andan divididos respecto a la sucesión y a la reforma de la Constitución. Probablemente, la mejor jugada de estrategia sería dar paso a Felipe de Borbón, pero eso no parece que vaya a suceder a corto plazo. Tampoco la sustitución de la Monarquía por una III República, pues los grandes partidos no apuestan por ella.

Hasta el yate real, el famoso Fortuna, parece haberse contagiado del mal clima. Está a la venta y espera en dique seco que alguien se anime a comprarlo. Antonio Rodríguez nos adelanta en la revista Tiempo que muy en breve la embarcación será transportada desde Porto Pi, junto al palacio de Marivent, hasta Porto Adriano, donde quedará amarrada para que los posibles compradores puedan recorrer sus 42 metros de eslora y decidir si desembolsan el precio de compra. El barco, que fue un obsequio de los armadores mallorquines (un consorcio de 25 empresarios), costó en el momento de su botadura, el año 2000, 18 millones de euros. Hoy, según los tasadores, ha perdido el 90% de su valor. Mantenerlo a flote no supondría menos de un millón de euros al año. Cargar los depósitos de fuel, 25.000 euros. Y habría que volver a contratar a la marinería. La tripulación, muchos de cuyos integrantes habían prestado servicio a bordo durante todos estos años, ha sido despedida.

No ha faltado quien, inspirado por la metáfora del Fortuna, haya recordado el penoso y también metafórico destino del Azor, el yate del dictador, desguazado tras haber servido como reclamo a un restaurante. Malos tiempos para la navegación monárquica.