Los navateros volvieron a surcar ayer las aguas del río Cinca con sus almadías de troncos de madera, ante centenares de visitantes y turistas desplazados desde distintos puntos del país para observar las evoluciones de las balsas en aguas bravas.

La Asociación de Navateros del Sobrarbe, constituida para preservar la memoria del tradicional descenso de madera del Pirineo hasta los aserraderos de Tortosa, celebró su XX aniversario fletando una almaldía de tres trampas , tres tramos de maderos enlazados entre sí con un peso total de 15 toneladas y una envergadura de 25 metros de eslora.

Según explicó el presidente de la asociación, Joaquín Irigoyen, el flete de una navata de tres trompos, junto a otra de menores dimensiones, no se producía desde años atrás, aunque la gran cantidad de nieve depositada en las cumbres y la posibilidad de disponer de caudal suficiente llevó a los organizadores a tomar la decisión.

12 KILOMETROS DE BAJADA Las dos navatas iniciaron su camino en Laspuña y descendieron a través de rápidos, meandros y zonas en remanso hasta la localidad de Aínsa, alrededor de doce kilómetros de dificultades para los profesionales.

Irigoyen relató así la intensa jornada: "A pesar de que había más caudal que en otros años, como habíamos previsto, la navata grande se ha atascado varias veces con las piedras y ha sido necesario que los de la balsa más pequeña, que iban detrás, bajaran y colaboraran para volverla a encauzar".

El responsable de la Asociación de Navateros del Sobrarbe aseguró, sin embargo, que a los profesionales les había sorprendido la "fácil manejabilidad" de la navata, a pesar de las dificultades que planteaba a priori su puesta en el agua.

Añadió que la celebración del descenso de navatas había atraído hasta la comarca altoaragonesa del Sobrarbe visitantes de distintos puntos del país y un grupo de jubilados del sur de Francia que cada año viajan a Aínsa para ofrecer su colaboración a los organizadores.